Capítulo 32

Ekaterina lo abrazó con fuerza, como si temiera que se esfumara, como si su calor fuera lo único que pudiera anclarla a la realidad en ese instante. Él la rodeó con sus brazos y hundió el rostro en su cuello, sintiendo el latido acelerado bajo su piel. Estuvieron así por un momento, en ese abrazo silencioso que decía más que cualquier palabra. Luego de un rato ella lo miró de vuelta, con la respiración agitada y el rostro ruborizado. Se incorporó lentamente, sentándose sobre los talones, mientras sus manos buscaban su sexo. Cuando su miembro quedó expuesto, ella bajó la mirada y lo rodeó con la mano, acariciándolo con una ternura inesperada. —No tienes que hacerlo si no lo deseas —dijo él, con voz ronca. —Quiero hacerlo. Y lo hizo. Lo tomó entre los labios, sin apuro, sin timidez. Él soltó un gemido gutural, llevó una mano a su cabello y la guio con cuidado al principio . No había torpeza en sus movimientos, solo dedicación, entrega. Su lengua lo recorría como si lo conociera desde si
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