Ekaterina se paseaba descalza por su apartamento, perdida en sus pensamientos mientras jugaba con un mechón de su cabello. Sabía que Norman era un hombre difícil, esquivo y con una muralla de hierro a su alrededor. Pero ella nunca había sido de las que se rendían fácilmente. Desde la primera vez que lo vio, supo que sería un desafío. Él no era como los demás hombres, que caían rendidos con un par de miradas o una sonrisa insinuante. No, Norman era frío, calculador y siempre tenía una respuesta afilada para mantener a la gente a raya. Pero Ekaterina no era cualquiera.Todos la tomaban como frágil e inofensiva, pero ella disfrutaba de los retos, y si había algo que le encantaba, era la sensación de tener el control, de saber que podía provocar una reacción en alguien que intentaba mantenerse impasible. Su hermana no lo sabía pero en el hospital había roto un par de corazones. Volviendo a don "no cojo con vírgenes", pues claro que había intentado captar su atención, pero hasta lo del otro