Sasha se encontraba en su rutina de trabajo alterada por lo de su hermana..Estaba nerviosa, conduciendo hacia su empleo en el club nocturno. El peso de sus responsabilidades parecía pesarle más de lo habitual esa noche, y al detenerse, sus lágrimas se desbordaron sobre el volante. La soledad y el agotamiento se entrelazaban en su corazón como nunca antes. En medio de su desesperación, un ruido la hizo sobresaltarse. Con temor en la voz, preguntó quién estaba detrás. Bajo una frazada, apareció su pequeña hija Nat, con su pijama de ositos y unas botas de piel. — QUÉ CARAJOS HIJA, POR POCO ME MATAS DE UN INFARTO, TE DIJE QUE TE QUEDARAS EN LA CASA...— le dijo con reproche. La niña agachó la mirada. —No me gusta quedarme sola en casa — admitió cohibida. Sasha resopló, lo último que le faltaba para completar su día, pensó. —Tú no puedes estar aquí señorita, pero esto ya lo sabes ¿no? — le dijo con aprehensión. Pero al mirar el reloj, se dio cuenta de que ya no tenía tiempo para llevar a Na