Mientras las luces del escenario comenzaban a brillar, Sasha se sintió transportada a otro mundo. La música con sus acordes sonaba y ella se movía con gracia y poderío, seduciendo a la audiencia con cada movimiento seductor que hacía, cada gesto calculado. Sus habilidades para el baile y la interpretación la hicieron olvidar por un momento las sombras de su pasado aciago. A medida que avanzaba su rutina, la energía del público se contagió en ella, llenándola de fuerza y confianza. Los aplausos y silbidos llenaron el aire, y Sasha se sintió como si estuviera volando. Por un instante, todos sus problemas y preocupaciones desaparecieron como por arte de magia mientras se desnudaba para completar su show en la copa burbujeante. Cuando bajó del escenario, agotada pero satisfecha, Sasha se acercó a su camarín y se encontró con una sorpresa desagradable. En el espejo, un enorme ramo de rosas rojas sobresalía, junto con una carta. Curiosa, Sasha tomó la carta y comenzó a leer. "Querida Sasha,