Narrador
El edificio estaba silencioso cuando la puerta del departamento de Carlos se cerró detrás de ella con un golpe seco, casi simbólico, casi demasiado parecido a una expulsión. Isabella bajó los escalones con la mandíbula tensa, temblando de rabia, vergüenza y una humillación que le quemaba más que cualquier otra cosa. Las luces doradas del vestíbulo iluminaron apenas su rostro desencajado, y el eco de sus tacones contra el mármol parecía burlarse de ella.
Jamás había sido tratada así. Jamás por Carlos. Y jamás por nadie que ella hubiera decidido amar, aunque él no lo supiera.
Cuando llegó al auto, abrió la puerta de un tirón y se dejó caer en el asiento, respirando hondo mientras la rabia le subía por la garganta como veneno. Encendió el motor con brusquedad. La sonrisa de Elena—esa mujer que había aparecido de la nada para arruinarle todo—le atravesó la mente como un dardo.
—Perra —susurró entre dientes, acelerando más de lo debido cuando salió del estacionamiento.
Porque aunq