Andrea tardó menos de cinco minutos en irrumpir en mi habitación después de despertarme de aquel sueño que aún me quemaba en la memoria. Ni siquiera me dio tiempo de poner agua a calentar para un café.
—¡Levántate! —canturreó mientras abría las cortinas sin piedad—. Tenemos planes. Planes de verdad. Planes que te van a sacar de esa cara de amargura que traes.
Enterré la cara en la almohada.
—No estoy amargada, solo me desvele—murmuré, la voz todavía ronca del sueño.
De Carlos, pensé. O de su recuerdo. De lo que fuimos. De lo que no puedo entender ahora mismo.
Andrea resopló.
—Ajá. ¿Anoche no estabas dormida ya cuando llegue? Elena, por favor. Te hace falta aire fresco. Oxígeno. Vida social.
—Tengo vida social —protesté sin convicción.
Ella levantó una ceja.
—Sí, claro. ¿Hablarle a la pared sobre tus archivos cuenta como vida social?
Cuando no respondí, dio una palmada triunfal.
—Perfecto, entonces no hay discusión. Walter invitó a salir, y Thomas quiere unirse. Es obvio que