Capítulo Trece.
José Gómez.
Y no puede ser.
El muy gran hijo de mierda cómo llegó a dar con la cabeza de su mujer, su llamada me advirtió en debo llevarme a Juliana lejos de aquí, la miré y sus ojos están anegados en lágrimas.
Escuchó todo, está conmovida.
Pero me vale madres lo que sienta ahora, debo sacarte.
Me acerqué a la ventana de la sala de la cabaña y aún no arriba Roberto.
Lleva quince minutos de retraso.
Debo actuar ahora, no esperaré a que arribe, sé que Francesco es muy ágil en esto.
Desde muy joven fue hábil en todo, incluso cuando menos lo esperó ser.
Me acerqué a Juliana, la tomé por el cuello y le apreté un poco.
—Él vendrá a rescatarme. —dice con la voz baja, el apretón le impide poder hablar bien.
—Ay, sí, el vendrá a rescatar a su princesa muerta. —le digo mirándola y me río. —No seas estúpida. —zanjé y le doy una bofetada.
Su cara se giró del golpe. Pero, enseguida me miró.
—Eres un traidor, Gómez. —suelta con voz dura, está queriendo mostrar agallas, pero conmigo está equivocada.