3

Zafiro

—Zafiro— me llamó mi madre y rodé los ojos por centésima vez en el día.— De verdad quiero que bajes.

—Tengo trabajo que hacer, madre— le respondí con el mismo tono frívolo de siempre y la escuché suspirar de manera pesada antes de cerrar la puerta pero maldije a los mil infiernos cuando ella no se fue.

Mi madre siempre era insistente con mi fiesta de cumpleaños y después de todo lo que sucedió se volvió aún más insistente, era insoportable, pero eso no evitaba que la amara inmensamente y por ello soportaba sus insistencias, sin embargo, no estaba de ánimos suficientes como para fingir que no me importaba y lo único que quería era estar sola en la oscuridad de mi oficina.

—La reina aquí soy yo así que levanta tu trasero de aquí, irás a vestirte y bajarás a celebrar tu cumpleaños junto a tu familia y amigos que hemos hecho esto para pasar tiempo contigo— me regañó con tono maternal pero al mismo tiempo advertía un lío bien gordo si no obedecía.— Por favor, solo quiero pasar tiempo con mi hija.

Era un fastidio cuando esa mujer se encaprichaba con algo, el año pasado me hizo bajar con una pijama de encaje solo porque no quise bajar en tres horas y este año no estaba dispuesta a tal cosa.

—No quiero recordar esta fecha, lo sabes— hablé rompiendo mis corazas frente a esa mujer que conocía mis más grandes debilidades y su mirada evidenció el gran dolor que reflejaba la mía porque ella había sufrido tanto al verme convertida en polvo años atrás.— No quiero recordar cuanto perdí un día como hoy, me niego a celebrar este maldito día que solo me lleva al pasado al no tener entre mis brazos a quien de verdad merecía vivir y no pudo.

Suspiré ante el largo silencio que se instaló en la habitación y continué trabajando aún cuando ella tomó asiento.

—Es el día en que naciste— habló luego de varios minutos y entonces supe que no se iría de mi oficina sin un sí.— Fuiste lo más esperado y deseado para mí y para tu padre durante doscientos años— me recordó una vez más logrando que mirara sus ojos entristecidos.— No es justo que la vida opaque una fecha que es tan especial.

—La vida no la opacó— susurré con la voz quebrada al hacer el intento de no llorar por lo que ella se levantó solo para posarse frente a mí con el fin de abrazarme.— Fue la muerte y no hay manera de corregir lo que ya pasó.

—No te pido que olvides y tampoco que celebres, solo te pido tiempo en familia— susurró acariciando mis mejillas de forma suave y cerré mis ojos cuando sus dedos limpiaron las lágrimas que me habían traicionado.— Solo están tus amigos, tu familia y tus compañeros.

Solo con esa última palabra mi madre volvió a levantar mi coraza y me levanté de manera brusca alejándome de su tacto como si me quemara.

No los quería cerca, no a ellos, no este día. ¿Qué nadie podía entender el significado de paz, tranquilidad y silencio?

—Si querías que bajara no debiste haberlos invitado— solté de manera fría y su mandíbula se tensó al ver como convertía mis manos en puños mientras el lugar se tornaba blanco debido a la reacción de mis poderes ante lo que sentía en ese momento.— Sabes que lo que menos quiero es hablar con ellos. Al menos no hoy.

Me di vuelta para retirarme del despacho a paso firme sabiendo que no me dejaría en paz si no me largaba del palacio pero antes de cerrar la puerta una pulsera de fuego me detuvo.

—Hija...— susurró con la voz quebrada y suspiré de manera pesada antes gruñir furiosa. No tenía el corazón lo suficiente frío como para ignorar a mi madre y sus intentos por mejorar mi ánimo, no creía tener la fuerza necesaria como para arruinar algo que ella con tanto amor había preparado y por ello, aunque me resultaba fastidioso, asistía todos los años aunque fuese solo por unos minutos.

—Sabes que iré y también sabes que esta ridiculez solo lo hago por ti— admití gruñendo y alegrando su semblante.— Sin embargo, no esperes que actúe como si este día fuese el más feliz de mi vida y recuerda que no me quedaré mucho tiempo— fue lo último que dije antes de cerrar la puerta y retirarme.

No quería que mis compañeros me jodieran la vida y mucho menos que jodieran la misión que me había planteado cuando cumplí los diesiseis. Ellos solo serían un estorbo.

Aún me sorprendía que el maldito de Lucían tuviese razón. No le creí cuando me dijo que el alpha también sería mi compañero de vida pero sí, ahora tenía a dos idiotas tras mi culo que quisiera mandar al demonio.

No negaba que los malditos estaban como querían pero, por el momento, no me interesaba una relación, no luego de la tormentosa separación que enfrenté once años atrás y que me dejó con heridas demasiado grandes e incurables.  Ya no confiaba en los hombres para una relación amorosa y tampoco quería comprometerme cuando necesitaba sanar mi corazón herido.

Todo era un caos para mí cuando era consciente de la fecha y me era imposible no evitar esa crisis depresiva que me tomaba durante casi dos semanas o al menos hasta que el maldito mes terminaba.

Era 24 de enero. Un día como hoy a las siete de la mañana rompí con Khail, mi primer novio, eso no me dolía demasiado pues estaba enamorada desde muy niña de Lucían. Lo que sí dolía como el demonio fue que un un día como hoy al medio día me enteré que tenía cinco meses y medio de  embarazo y que tendría una niña, un día como hoy a las tres treina me enteré que Khail era el hijo de Nail Ortiz, aquel que controlaba a los sangre negra y que había enviado a su propio hijo a matarme, un día como hoy siendo las cuatro y dos de la tarde fui apuñalada en el vientre por Khail para una hora despues perder a mi pequeña bebita. Definitivamente, mi cumpleaños, no era una fecha que yo quisiera celebrar cuando tenía tan malos recuerdos y heridas que sangrarían por el resto de mi vida.

—No deberías pensar en el ayer— habló el maldito de Lucían frente a la puerta abierta de mi habitación y rodé los ojos.— Solo te harás más daño.

—Cierra el hocico si no quieres que te saque de aquí a las patadas— le gruñí pasando por su lado y cuando él cerró la puerta con seguro comencé a desvestirme sin importar que él me viera.

No sería la primera vez que alguien me viese desnuda después de todo y no me avergonzaba ni un poco de mi cuerpo así que me valía un pepino si el maldito sentía o no pudor.

—Sabes que solo es un concejo, Zafiro— me debatió al situarse detrás de mí para tomarme de la cintura y me solté de manera brusca de su agarre al sentir mi cuerpo estremecerse ante su toque.— Solo quiero que te distraigas un poco, no importa si es insultando pero no me gusta ver tus ojos rojos debido a esos malos recuerdos.

Maldito... él siempre calmaba mis demonios de una manera que hasta a mí me impresionaba y odiaba que tuviese tanto poder sobre mí, odiaba haberme enamorado de él desde que era una niña y me enfurecía que ese amor no hubiese acabado con el tiempo porque aún seguía quemando mi pecho cada que me tocaba o me hablaba, con solo verlo me era suficiente para saber que a él jamás podría dejar de amarlo.

—Eso a ti no te incumbe, ahora, sal de mi habitación y no me molestes— le escupí molesta pero como siempre, él no se fue, todo lo contrario, volvió a tomarme de la cintura con firmeza y sonrió mientras se encorvaba para juntar nuestras frentes.

Sabía que yo tenía debilidad por él y aprovechaba eso cada que estábamos a solas así que no era inusual verme peleando con él.

—Jamás te dejaré sola otra vez— susurró mirándome a los ojos y pasé un trago grueso sabiendo perfectamente que él cumpliría esa promesa sin importar el costo.— Eres mía, nena.

Mi piel se erizó en el preciso momento en el que sus labios se atrevieron a rozar los míos y mis ojos ojos me traicionaron al cerrarse con el deseo de volver a probar los labios del hombre que aferraba sus manos en mi cintura como si no deseara soltarme jamás. Con Lucían siempre me sentí como una diosa siendo adorada por el más vil pecador, él siempre había sabido que su presencia alteraba mis sentidos, que su olor me resulta tan cautivador como afrodisíaco y que todo de él me tentaba a encerrarlo y no dejarlo salir de mi habitación por días.

—No...— suspiré embelesada por su aroma y sus suaves caricias que poco a poco comenzaban a humedecerme la entrepierna.

—¿Hace cuanto no estás con un hombre, preciosa?— su pregunta me hizo temblar ante la expectativa de tenerlo complaciendo mis deseos y volví a caer ante la intensa mirada color plata que no dejaba de admirarme y adorarme.— Responde, nena.

No quería volver a caer en las garras de una relación amorosa. Me sentía aterrada de solo pensar que alguno de mis dos compañeros me traicionaran como lo hizo Khail y por ello metí todos mis sentimientos en un cofre para botar la llave donde no pudiera encontrarla nadie, sin embargo, Lucían parecía encontrarla cada que estaba junto a mí pues siempre lograba que dudara sobre la meta que me había propuesto pero el peso de lo que eso significaba me estrellaba contra la maldita realidad.

Khail no solo me engañó y me provocó un aborto, no, él era el hijo de un híbrido demonio- vampiro que tenía la capacidad de controlar a los sangre negra y del cual habíamos descubierto cosas aterradoras. De cualquier forma debía encontrar a Khail y hacerlo pagar por los crímenes cometidos así como también debía encontrar a su padre. Necesitaba más que todo encontrar a Kahil para cerrar un ciclo y buscar algo de alivio a mis heridas, quería decirle lo que había provocado su puñalada y ver si le afectaría como a mí... necesitaba que él supiera que perdimos una hija por su propia mano.

—Hace once años— le respondí a Lucían con un susurró ronco debido a los recuerdos que me cristalizaban los ojos pero me negaba a llorar por alguien que no me merecía y tampoco quería que el hombre frente a mí me viera débil, no quería mostrarme débil ante nadie nunca más.— Sal de mi habitación— volví a ordenar de manera fría al recomponerme y su sonrisa socarrona me irritó.

Por mucho que me tentara, nunca había tenido sexo con él y por los mil demonios que lo deseaba. Desde que cumplí mis trece años deseaba atarlo a una cama y follarlo hasta el cansancio pero él era cuidadoso, no lo suficiente como para evitar que le robara besos que me dejaban caliente y se lo hacía saber a mi madre así que yo siempre tenía un guardaespalda solo para ese tipo de situaciones.

—Ya no eres una niña— me susurró al oído y chillé cuando sus manos apretaron mis nalgas con fuerza para levantarme y dejarme enredada en su cintura.— Eres una mujer hermosa y sensual— siguió bajando por mi cuello y temblé cuando su lengua salió para acariciar mi piel mientras me acorralaba contra la pared más cercana.— No voy a pelear más contra mis deseos así que pronto, Zafiro— prometió justo antes de estampar sus labios contra los míos de una manera que me dejó tonta.

Fue intenso, exigente y dominante con cada movimiento. Su lengua recorrió cada rincón de mi boca con desespero y no pude ni quise evitar corresponder a esa delicia que me empapó por completo el coño apretujado por su dura erección restregandose suavemente.

—Quítate el maldito pantalón— gruñí entre besos y su risa me causó mariposas en el estómago.— Lucían...

—Me voy a quedar con una erección del demonio...— jadeó por la falta de aire y bufé llevando mis manos al botón de su pantalón pero entonces se movió para llevarme a la cama y dejarme acostada.— No voy a follarte, no hoy.

Estuve a punto de levantarme pero entonces él tomó la liga de mis bragas para sacarlas de mis piernas sin dañar la tela solo para llevarla a su nariz e inhalar profundamente.

—¿Y me piensas dejar así?— escupí enojada y excitada pero mi corazón dio un vuelco cuando se bajó el pantalón junto a la ropa interior dejándome ver una gran polla con venas remarcando en el tallo largo y grueso adornado por un glande rosa que me volvió agua la boca deseando meterlo a mi boca.— Es más grande de lo que recordaba.

—No creas que no sé que me drogaste solo para hacerme una mamada, estaba inmóvil pero no inconsciente— quise reír al recordar eso y el sermón que me llevé de él justo el día anterior de cumplir mis quince años.— Me voy a masturbar con tus bragas más tarde. Por ahora, vamos a divertirnos.

Jadeé sonoramente cuando me levantó las piernas para dejarlas sobre uno de sus hombros y me ahogue con un gemido cuando me embistió de tal forma que nuestras pieles sonaron con fuerza pero no me estaba penetrando, solo rozaba su miembro cálido entre mis pliegues extremadamente húmedos.

—Esto es juego sucio— jadeé mordiéndome el labio inferior queriendo retener los gemidos que se me salían cada que rozaba mi clítoris.— Pero me gusta como me distraes.

—Necesito que te prepares— gruñó apretando mi cintura justo en el momento en el que punteó mi entrada y chillé a punto de correrme.— Esto ha sido rápido— habló por lo bajo cuando mis caderas se movieron de manera involuntaria al mismo tiempo en que me chorreaba contra su miembro.— Ahora es mi turno— jadeó justo cuando sentí la tibieza de su semen regarse entre los labios de mi coño justo antes de meter la punta para terminar de correse dentro.

—¡Demonios, me vas a preñar!— le reprendí pero él solo sonrió de manera juguetona.

—¿Preferirías que hubiese terminado en tu boquita?— bufé reteniendo un gran sí pero él me conocía tan bien que salió de mi solo para pasar dos de sus dedos por mis labios recogiendo su semen para llevarlo a mi boca bañando mi lengua con ese sabor ligeramente salado que inundó mi boca.— Voy a tomarte durante el celo de Ethan, los dos lo haremos y por eso te pido que te prepares.

Suspiré de manera pesada mientras me levantaba y gruñí sintiendo el semen bajar por mis muslos. Necesitaba pensar un momento lo que haría porque era más que seguro que ellos no me dejarían ir así como así.

—No quiero compromisos, lo sabes— le dejé claro lo que él ya sabía y asintió sabiendo que aún no estaba lista para una relación.

—Eso no significa que no podamos satisfacernos y complacernos como queramos— sonreí sin poder evitarlo porque él tenía mucha razón.— Solo debemos hablarlo con él, te aseguro que al dejarle claro las razones te va a entender.

—Pero no será hoy— sentencié caminando al baño y dejando a Lucían solo en mi habitación.

—Te entiendo— lo escuché hablar mientras subía el cierre de su pantalón.— Sin embargo, sí hay algo que me gustaría saber pero eres tan orgullosa que no me vas a responder y es ¿cuando fue la última vez que bebiste?

—Efectivamente, no te voy a responder— reí entrando a la ducha pero sintiendo en mi interior una impotencia demasiado grande.

La última vez que había bebido sangre directo desde la fuente y que no fuese de animal fue a mis nueve años de edad y desde entonces me negué a beber la sangre de Lucían pues él se negaba a ser mío.

—Sed— demandó mi parte salvaje que se había fusionado con mis genes espirituales y pasé un trago grueso pues ella jamás me había exigido como lo hizo en ese momento. Pocas veces me hablaba y cuando lo hacía solo significaba que estaba próxima a tomar el control, algo que solo había sucedido dos veces.

—¡Dios!— chillé cuando mi garganta ardió con fuerza y jadeé cerrando mis ojos siendo consciente de que Lucían no se había movido ni un centímetro de mi habitación. Al contrario, me sonreía cuando salí del baño y supo exactamente lo que me sucedía gracias a mis ojos enrojecidos por la sed.— No pienso beber de ti.— hablé más para mí que para el idiota que salía de mi habitación con una sonrisa burlona que quise borrar de manera inmediata con una buena tanda de sexo rudo.

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