Un año después.
Cenábamos solos frente al mar, en una isla del caribe, las luces se apagaron, miré a los lados, busqué tomar su mano, ella soltó un pequeño grito, apretó con fuerzas mi mano.
—Aquí estoy, mi amor —dije, abrí la pequeña caja que tenía en mi mano, debajo de la gran piedra se escondía una luz led que la iluminaba, miró atenta, me eché a reír.
—Romeo.
—¿Quieres ser mi esposa, Caroline?
Me soltó, se llevó ambas manos a la boca, me eché al piso de rodillas frente a ella.
—Sí, sí quiero —dijo con la voz temblorosa, todos alrededor aplaudieron, gritaron y las luces se encendieron de nuevo.
Ya hacía seis meses de eso, y ahora la esperaba en el altar junto a mi padre y a mi madre, las personas que me adoptaron, y finalmente aceptaron que ella era la mujer de mi vida, dejé claro que no permitiría que atormentaran a Caroline como lo hicieron con la madre de mi hija, mi difunta esposa.
Comenzó la marcha nupcial, adelante venía Ximena tomada de la mano de Lucy, sosteniendo cada una,