_ Largate de aquí, Pablo, antes de que haga lo mismo contigo.
Pablo miró a Fernando con desprecio, pero lo que vio en sus ojos lo obligó a alejarse a toda prisa. No se trataba de un hombre defendiendo a su negocio, sino de algo más profundo y animal. Yo misma me sorprendí. Habría podido decir que sé trataba de celos, aunque no quise hacer cábalas o especulaciones sobre el significado de aquel gesto.
Fernando me tomo en sus brazos.
_¡Estás bien!
_ Si _ dije yo con la voz temblorosa.
_ No llores!
_ No estoy llorando, me estoy riendo! _ dije yo _.
Esa gargantilla debió costarle una pequeña fortuna.
_ Todo ha sido culpa su ya! Se lo merecía.
Entramos en el salón y bailamos por última vez, abrazándonos amorosamente, para que Pablo entendiera el mensaje último de lo sucedido.
Se había retirado inmediatamente a su camarote.
La noticia del desafortunado encuentro se extendió a toda prisa y, mientras Fernando buscaba algo de beber, Betty y Sara se acercó junto a mí.
_ Supongo que es