Capítulo 38

A pasos apresurados ingreso al hospital, donde ya se encuentra el padre de Bet, su amiga Belén y un anciano, que nunca antes había visto. Pregunto por mi pequeña, sin embargo, las respuestas son nulas, no hay nada. Me siento en una de las bancas de la sala de espera, con la mirada gacha, preocupado, frustrado e impotente.

Siento como mis lagrimas caen en forma de gotas al suelo, recordándome que sin ella me siento débil. Soy capaz de darlo todo, solo por verla sonreír nuevamente, o ponerme en mi lugar de manera tan profesional como solo ella sabe hacerlo, verla resoplar de manera disimulada cuando la hago trabajar fuera de su horario solo por tenerla un rato mas cerca con la excusa que es mi asistente.

Anhelo volver al pasado y haber hecho las cosas bien desde un principio con ella, no tratarla como un objeto; sin embargo, la he humillado un sinfín de veces sin abrir la boca, y aunque la he respetado en la intimidad, ella
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