Después de hablar con los oficiales ―No puedo creerlo ―exclama exaltada, en cuanto termino de narrarle todos los hechos de la historia. Se levanta del sillón y se acerca a mi vieja―. Me encantas, abuela ―menciona Ángela al acercarse a ella con la mano levantada―, choca esos cinco.
La abuela, ni corta ni perezosa, hace lo que le pide. Chocan sus manos como niñas juguetonas y celebran el suceso como si aquello fuera una anécdota para contar a las generaciones del futuro.
―¿Qué les parece si hacemos algo para celebrar?
Sugiere mi vieja, confianzuda y animada, más de lo que alguna vez la vi. Está disfrutando del momento.
―¿Celebrar? ―intervengo, conmocionado―. Abuela, acaban de pasar por una situación de mucho estrés y peligro.
Ella tira un manotazo al aire para restarle importancia a mi preocupación. Es una mujer extraordinaria, pero, en ocasiones, testaruda y empecinada.
―No seas tan aguafiestas, Denzel, hace tiempo que no vivía experiencias tan emocionantes como estas ―encoge sus