Capítulo 4: Lo que los ojos no olvidan

Desde la voz de Esteban

Hay cosas que uno aprende a enterrar con los años. Recuerdos, nombres, promesas que nunca llegaron a cumplirse. A veces lo haces por orgullo, otras por miedo. Yo lo hice por ambas. Y sin embargo, hay miradas que ni el tiempo ni el silencio logran borrar.

El día que vi su hoja de vida, no fue su experiencia lo que me hizo detenerme. Fue su rostro. Esos ojos. La misma mirada limpia que me desarmó hace más de dos décadas, cuando conocí a Carolina.

Carolina Ramírez.

El amor que dejé ir. O que la vida me quitó, porque simplemente no supimos encontrarnos en el momento correcto. No éramos enemigos, ni siquiera ajenos. Éramos dos personas que, por razones que nunca terminé de entender, no pudieron caminar juntas.

Y sin embargo, ahí estaba. Kathie. Su hija. Una joven que, sin saberlo, acababa de abrir una grieta en el muro que tantos años me tomó construir.

Al principio pensé que era solo coincidencia. Pero la forma en que hablaba, cómo se movía… cada pequeño gesto me hablaba de Carolina. Esa muchacha estaba hecha de la misma fibra: fuego por dentro, pero tan acostumbrada a apagarlo por no molestar a nadie.

Le di la oportunidad sin saber exactamente por qué. O tal vez sí. Tal vez, en el fondo, quería conservar un poco más de mi querida Carolina, el recuerdo del por que nunca contestó mis cartas, le envie durante un año y nunca recibí respuesta, un dia fui a buscarla su familia me dijo que estaba muerta, solo me dijeron que tuvo un accidente y ellos no quisieron dar más respuestas, tiempo después descubrí que se había casado y tenido una hija de otro hombre; pasaron muchos años para recuperarme de ese golpe, no quise saber de ella, quería borrarla de mi memoria por completo quizá no pude perdonar que pensara que yo le había fallado, y que no me casaría con ella, llegue muy tarde, no pude explicarle que mi familia quería que me casara con la hija de un empresario para seguir creciendo en el mundo de los negocios, que nuestra empresa estaba en bancarrota por los malos negocios de mi padre, en mis cartas le explicaba que  rechace por completo el compromiso y estuve un año tratando de salir a flote, y cuando había logrado estabilizar la empresa volvi y no la encontre.

Después de eso dure un tiempo rechazando la idea de rehacer mi vida,pero ya nada impedía cumplir con los deseos de mi familia, acepte el compromiso y me case con Judy, era joven de buena familia y yo sabía que le gustaba, al casarnos toda la responsabilidad de las empresas recayó en mi, dia a dia cree el emporio tecnológico más grande del país, pero algo se sentía incompleto a pesar de casarnos y convivir nunca sentí nada más que un cariño hacia Judy, rechace completamente la idea de una familia, aquella que un dia soñe con Carolina.

Hoy observé a Kathie salir de aquella sala de reuniones con la frente en alto. Firme. Inquebrantable. Ni siquiera Noah —con su rostro de hielo y su voz medida— logró derribarla. Y juro que vi a Carolina en ella otra vez. En su forma de sostener la mirada. En cómo respondió con templanza y sin miedo. Nunca le he dicho nada, sería una imprudencia, no sabe que ame a su madre. Pero verla crecer, verla pelear por sí misma, me llena de un orgullo que va más allá del deber profesional. Kathie ha despertado en mí, ese amor paternal. 

“Lo hiciste muy bien”, le dije. Y lo decía en serio. Por dentro, una parte de mí quería abrazarla, decirle que no estaba sola, que había alguien ahí que la veía, que creía en ella desde antes de que ella lo hiciera.

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