Alan arrastró a Katlyn hasta el ascensor y subieron hasta el último piso, donde estaba la oficina privada que había sido de su hermano mayor y que pronto sería suya cuando naciera su hijo varón y pudiera cobrar toda su herencia y por lo tanto todos los patrimonios que había dejado su difunto hermano.
Katyln se apoyó en el espejo más lejano en el ascensor, alejándose lo más que pudo de Alan.
-No sé qué estás planeando Cariño, pero por favor no sigas…
-Que me digas cariño ya no tiene ningún efecto en mí, ya no me tienes a tus pies.
-¡Alan ya lo tienes todo! Me tienes a mí, tienes a tu heredero y toda la empresa de tu familia ¡Detente!- suplicó
-Cállate- sentenció el hombre, mirando su reflejo en el espejo.
Se había puesto su mejor traje que se ajustaba perfectamente a su espalda triangular y a su estrecha cintura, con pantalones de pinzas y una camisa, todo del mismo color negro, al igual que sus ojos y su cabello.
Se agachó y se lustró con un pañuelo sus brillantes zapatos de cu