Sebastián se encontraba sentado en el banco de manera que él mismo había construido para sentarse a contemplar el jardín que Helena había trabajado durante todo el invierno y que ahora en primavera daba sus frutos.
Flores de todos los colores decoraron con su belleza el fondo de la mansión de los Aller, y Sebastián no podía sentirse más realizado, ya no necesitaba más nada en la vida, ya lo tenía todo.
O por lo menos así se había sentido hacía unos meses, porque desde que su cuñado había cumplido sus 18 años y tomó la decisión de irse a estudiar al extranjero psicología, la casa se sentía muy vacía.
Aún recordaba cuánto habían llorado cuando despidieron al niño, que ya era todo un hombre, en el aeropuerto. No solo había llorado su hermana mayor, sino también él, luego de tantos años viviendo juntos se había convertido en su hermano menor y lo había tratado como tal, dándole todos los gustos y formando una hermosa relación que le hubiese gustado tener con Alan.
La vida le había quit