Capítulo 29. Las reglas se aprenden con dolor
Amelia
Mi cuerpo tiembla por el terror y la rabia, mientras espero en una esquina vacía del pasillo del hospital en el que está ese maldito de George.
Mis manos se aprietan en puños. Doy pasos cortos hasta dar vuelta hacia la zona VIP del lugar.
“Tengo que ser fuerte”, me repito internamente.
Me había equivocado, Dominique no estaría de mi lado completamente ni planearía nada bueno, mucho menos para mí: un simple peón de su familia.
Al llegar a la sala de George, desde la pequeña ventana de la puerta, puedo verlo sentado en su fina cama, con la cabeza vendada, el rostro distorsionado por la ira y lanzando maldiciones.
Una sonrisa aparece en mi rostro y la tensión va bajando, poco a poco. Verlo de esa manera, herido y furioso, me da cierta satisfacción.
—¿Qué pasa? ¿El gran y cruel George está haciendo un gran berrinche? — entro a la habitación, interrumpiendo lo que sea que este desgraciado esté haciendo.
George se gira para enfrentarme con esa mirada llena de odio.
—¿Qué haces aquí,