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El ballet jamás fue suficiente. La natación ni el básquet ayudaron. Los padres de Nayet corrieron con la suerte de que el fútbol drenara su energía pero los míos no, y de no ser porque la tía Clara nos cuidó una tarde y Nayet y yo discutíamos sobre qué ver en la tele, jamás habríamos conocido el maravilloso mundo del boxeo.

Por primera vez sentimos que algo más que la relación de nuestros padres nos unía.

Al principio íbamos todos los días, luego tres veces por semana hasta que pasamos por esa etapa en la que nos fue interesado personas del otro sexo. Pasamos a los encuentros una vez por mes hasta que al final quedar solo cuando sea estrictamente necesario desahogar todo lo acumulado. Nuestro enojo, impotencia o cualqui

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