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En cuanto llegué a casa fui a darme una ducha. Me sentía asquerosa con la leche seca en la piel y no me hagas hablar del olor. Me costó lavarme el pelo dos veces y el cuerpo para deshacerme de él. Cuando salí de la ducha tenía la piel roja de tanto frotarme y el pelo más limpio que nunca.

Cuando llegué a casa lo único que quería era llorarle a mi madre por lo estúpida que era la vida, que me abrazara y me dijera que todo pasaría. Pero como no estaba, acabé llorando en la ducha y ahora me dirigía a la masa de galletas de la nevera.

Sólo era la una, pero eso no iba a impedirme holgazanear en chándal y comer porquerías. ¿Por qué no empezar pronto el fin de semana? Por suerte, hoy no tenía turno en la librería, así que estaba libre.

Llevando la tarrina de masa para galletas y una cuchara, me dirigí a mi habitación. Mi estómago rugía impaciente por la masa de galletas que le había prometido esta mañana. No había mejor manera de ahogar las penas que con masa para galletas o helado. Seguro q
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