—¿Qué tal aquí te duele?
—¡Pervertido! — Le di una palmada en la mano porque estaba a punto de tocarme ahí.
Clark se rió y se puso de pie.
—Esto te pasa por no hacerme caso—. Se burló, agarró una toalla extra y me la tiró a la cara.
—¡Eh! —, exclamé. —¡No tienes que tirármela!
—Úsala para secarte el pelo—. Dijo, dándose la vuelta, coge su teléfono y se lo pone en la oreja.
Está hablando con alguien por él con voz formal. ¿Tal vez sea sobre su trabajo?
Cojo la toalla que me ha tirado y me seco el pelo con ella. Espera, no tengo ropa.
Miro a mi alrededor y no hay ni una sola prenda para mí. Mierda. Debería preguntarle a Clark cuando termine su llamada.
Estaba esperando a que terminara cuando de repente, sin llamar ni nada. La puerta se abre e inmediatamente me giro para mirarla. Esperaba que fuera una criada, pero en mi sorpresa, no lo es.
Una hermosa mujer alta y rubia entró sin dudarlo. Pero la pregunta es ¿quién es? Lleva un jersey de manga larga y vaqueros negros. Entró sin más, per