Intenté moverme, pero sentí un dolor agudo atravesar cada fibra de mi cuerpo. Me hallaba postrada en una cama, con una vía intravenosa insertada en mi brazo y una mascarilla de oxígeno que cubría mi boca y nariz. Intenté hablar, pero solo logré emitir un débil murmullo que se perdió en el silencio de la habitación. Sentía una sed terrible. Busqué con la mirada a alguien que me atendiera, pero mi mamá al verme despierta había salido disparada en busca de una enfermera, arrastrando consigo a mi hermano, quien había estado descansado a mi lado. Solo estábamos yo y el silencio.De pronto, escuché unos pasos y una voz que me llamaba. Una enfermera que entró en la habitación. Se acercó a mí y me sonrió.— Hola, señora Van Der Veer. Me alegro de que haya despertado. ¿Cómo se siente?— ¿Qué... qué ha pasado? — balbuceé con dificultad.— Ha sufrido un accidente muy grave. Ha estado en coma durante tres semanas. Pero no se preocupe, ha sido afortunada al sobrevivir.— ¿Un accidente? — repetí, c
Desperté una vez más, sintiendo una leve mejoría en mi estado físico. Aunque el dolor había disminuido, todavía sentía un enorme vacío en mi interior. Intenté apartar de mi mente la terrible noticia que me habían dado, pero era imposible no pesar en ello. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que me enteré de aquella desgracia, y realmente no quería saberlo. Miré a mi alrededor y vi que estaba en la misma habitación de hospital, rodeada de las mismas máquinas parpadeantes y monitores que controlaban mi estado. Pero esta vez no estaba sola. Para mi sorpresa, una mujer del personal de limpieza, que vestía un impecable uniforme azul, estaba en la habitación, moviendo con cuidado los instrumentos médicos mientras llevaba a cabo sus tareas. Al verme despertar, me dedicó una cálida sonrisa y comenzó a hablar— Usted es la persona del accidente de coche, ¿verdad? Donde ocurrió esa terrible tragedia... — Observé a la mujer con desprecio, sin pronunciar una sola palabra. — Lamento profund
A medida que mis ojos se abrían lentamente, distinguí la figura borrosa de mi madre sentada junto a mi cama, sosteniendo mi mano con firmeza. Un cálido gesto de alivio se dibujó en su rostro al ver que yo despertaba. Sus ojos, enrojecidos e hinchados por el llanto, reflejaban la angustia y el sufrimiento que había experimentado. Su cabello canoso, usualmente bien cuidado, estaba desordenado, indicando que había pasado muchas horas sin descanso y dedicadas completamente a mi cuidado.A pesar de su propio cansancio y aflicción, su sonrisa transmitía un amor infinito. Era evidente que mis problemas la habían afectado profundamente. Pero allí estaba, a mi lado, dispuesta a darme su apoyo y fuerza en un gesto de entrega maternal.— Hola, cariño. Me alegro de que hayas despertado. ¿Cómo te sientes? — me preguntó con voz suave.— Hola, mamá. No logro discernir como me siento. — le respondí con la voz aún ronca. — Me encuentro confundida. No sé qué sentir. — Lo sé, hija. Lo sé. Es muy duro l
Después de un largo período de recuperación, finalmente llegó el día en que me dieron permiso para abandonar la cama de hospital, allí pude comenzar a explorar otras áreas de la institución. Sin embargo, había una condición que debía cumplir: utilizar una silla de ruedas para movilizarme. Durante casi tres semanas, había estado limitada a ese pequeño espacio, deseando con todas mis fuerzas poder moverme sin restricciones. Ahora, finalmente tendría la oportunidad de recorrer las instalaciones. Aunque inicialmente sentí cierta incomodidad al tener que depender de la silla de ruedas, sabía que era un paso necesario en mi proceso de recuperación. — Por fin vas a ver a Willa — me susurró mi madre emocionada mientras me envolvía en un cálido abrazo.Salimos de la habitación y ella se encargaba de empujar la silla de ruedas por el pasillo, aunque lo hacía con cierta dificultad. A pesar de mis nervios, llegamos a la puerta de la unidad de cuidados intensivos. Finalmente, entramos en la sala
— ¿Por qué? ¿Qué pruebas le van a hacer? — inquirí con creciente preocupación.— Tranquilícese, por favor. Solo vamos a realizarle un escáner cerebral para evaluar su condición. Es un procedimiento de rutina, aunque delicado. Para asegurar la precisión, es necesario que no haya interferencias ni distracciones en la sala.— Quiero estar a su lado, soy su madre y tengo el derecho de acompañarla.— Entiendo su posición y lamento la situación. Sin embargo, esta decisión se toma en beneficio de su hija. Le pedimos que confíe en nosotros y en que haremos todo lo que esté a nuestro alcance para ayudarla.— ¿Cuánto durará este proceso?— No podemos determinarlo con precisión. Dependerá de los resultados. Sin embargo, le informaremos tan pronto como tengamos novedades.— Entiendo. Pero por favor, cuídenla mucho.— Le prometo que lo haremos, señora. Vamos a velar por ella como si fuera nuestra propia familia.El doctor, nos guió hacia la salida de la habitación. Aunque no teníamos otra opción,
Sentí una oleada de asco y rabia que recorrió todo mi cuerpo al escuchar aquellas despreciables palabras. Era inimaginable que aquel hombre pudiera ser tan corrupto y desalmado. Me chantajeaba y acosaba, aprovechándose sin escrúpulos de mi situación precaria. Mis manos temblaban por la ira contenida, mientras en mi mente repetía maldiciones hacia él una y otra vez.— ¡Nunca haría semejante cosa! — exclamé, llena de indignación.— En tal caso, despídase de la posibilidad de ver a su esposo — respondió con gélida frialdad.Desvié la mirada hacia mi madre en busca de su apoyo. Sus ojos se clavaron con furia en el policía, revelando la creciente ira que albergaba. Era claro que compartíamos el mismo pensamiento en ese instante. A pesar de ello, se esforzaba por contenerse, evitando así empeorar la situación y complicar aún más mi vida.— Hija, por favor, no lo hagas. — me susurró al oído. — No merece la pena. No te rebajes hasta su nivel.Con una expresión de súplica en mis ojos, similar
Me dirigí a la habitación para ponerme ropa cómoda y fresca para pasar la noche. Encendí la luz tenue y empecé a prepararme para mi merecido momento de relax. Me deslice en las prendas: un conjunto de shorts y camiseta suelta, suaves como el algodón. El shorts, en tono pastel, se ajustaba cómodamente a mis glúteos, haciendo notar la firmeza que aun mantenían a pesar de mi edad, mientras que la camiseta, de un rosa suave, caía sobre mi cuerpo con una gratificante holgura. Una vez elegida la ropa, regresé al salón donde ya había preparado un tazón grande de palomitas de maíz, mi tentación preferida para una noche de películas. Disfrutaba del silencio, sentía una sensación de tranquilidad en la casa mientras mis hijos dormían profundamente. Sabía que mi esposo había salido con sus amigos a tomar unos tragos, lo que me otorgaba un tiempo para relajarme y disfrutar de un momento de paz conmigo misma. Podía escuchar el tic-tac del reloj en la pared y el viento suave acariciando las hojas
En la habitación, estando frente al armario discutimos por largo rato el atuendo que usaría. Vanessa sugería un vestido escarlata – muy atrevido – que mostraba la mitad de mis muslos y le acompañaba un gran escote en la espalda; mientras que yo prefería algo más discreto y casual. Finalmente, después de un poco de debate, ambas coincidimos. Optamos por un vestido negro, sencillo y elegante que llegaba hasta las rodillas, con un escote en V moderado y mangas cortas. Para darle un toque de color, añadimos unos zapatos de tacón rojos que combinaban con la cartera pequeña del mismo color. Decidí llevar un maquillaje ligero, con una base natural, un poco de rubor para dar color a mis mejillas y un labial rojo intenso como los zapatos de tacón; en cuanto a los ojos, llevaba una sombra plateada que daba brillo a mi mirada.Por su parte, Vanessa llevaba un top sin mangas de color azul eléctrico y una falda corta, negra, con vuelo. Para completar su look, traía botines negros de tacón y un