Calmada, necesitas estar calmada.
«¡Necesitas estar calmada para ponerte un maldito vaquero en las piernas, Amy! ¡Diosmío!».Mis pensamientos me regañan y yo me dejo llevar por ellos por lo nerviosa que estoy.No sé si arreglarme por la falta de tiempo, por tratar de verme presentable, porque solotengo cuarenta y cinco minutos para estar lista para enfrentarme a ese hombre.«¡Ese hombre que ha recibido mi relato por error! ¡Qué estúpida soy! ¡Despistada!».Nota mental, no tocar el celular cuando estoy en estado de ebriedad, solo si es unaemergencia.Logro colocarme los vaqueros azules, unas botas largas y negras que me llegan hastalas rodillas, las cuales se ajustan a mis piernas, y una camisa blanca abotonada ajustada alcuerpo de manga larga que abrocho por arriba de mis codos. Hoy ha descendido latemperatura, así que me viene perfecta esa prenda. Me dejo el cabello suelto, algo de rímelpara elevar mis pestañas y listo. Nada de base ni otro tipo de maquillaje. No quiero quetenga la impresión de que me alisté para él. La ropa es formal, pues seguro él irá formal.¿O no? M****a, no quiero entrar en duda.Me pongo frente al espejo y peino mi cabello con los dedos para crear ondas al final de
este. Si lo peino con el cepillo, puede que se infle, y es lo que no quiero.Peino mi fleco hacia el costado, echo el cabello castaño largo por encima de mi hombroderecho, aliso la camisa y tiro del final de esta con mis manos.—Listo. Ahora debo enfrentar al señor Voelklein y defenderme para que no crea que soyuna acosadora —me digo a mí misma, aunque mis palabras no suenan tan firmes comoesperaba.Estoy muerta de miedo.Saludo a mi gata, que decide dormir una vez más, agarro mis llaves y me marcho de miapartamento. Con pasos firmes y aquella seguridad que me dan estas largas botas oscuras,salgo a la calle. Deseo no quebrarme cuando lo vea.El café está abierto, dado que el fin de semana se ocupa de atenderlo los dueños y sushijos, Kevin y Jhoan. Una pareja de ancianos tan tierno como estrictos. Ya veo las mesas dela acera, pero no lo diviso. Quizá se encuentra en su interior, pero al llegar a la vidriera y verel interior del lugar, tampoco lo vislumbro entre las personas. Busco su rostro y tampocoestá. Reviso la hora de mi celular; ya es el horario que me indicó.El café está justo en una esquina, así que decido doblarla. Tal vez se encuentra en lasmesas que están a la vuelta. Se me detiene el corazón en cuanto lo veo sentado en una deellas. Mis labios se separan un poco para poder respirar mejor y me detengo en seco.Levanta su mirada del periódico que lee y que sostiene con sus largos y finos dedos.Nuestros ojos se encuentran. Siento que todo a mi alrededor se detiene, se nubla y que solosomos nosotros dos los que habitan este mundo. Tengo la sensación de que para éltambién. Dobla el periódico sin dejar de mirarme y lo deja a un costado de la mesa demadera, que cuenta con una sombrilla conectada a ella. Puedo ver con claridad cadafacción de su rostro sin necesidad del sol, que aún sigue oculto entre las nubes parciales.Se pone de pie para recibirme y yo me acerco a él. Ambos nos estrechamos la mano, y esome toma por sorpresa. No esperaba un recibimiento así.Está de traje, uno gris, y corbata, de la cual cuelga una pequeña hebilla. Debajo de estelleva una camisa blanca. Viste unos pantalones del mismo color que su traje y calza unoszapatos oscuros. Es alto, muy alto.Trato de que su apariencia no me intimide aún más.—Buenos días, ¿señorita…? —me saluda con una formalidad y amabilidad que mederrite.—Amy Steele —me presento.Me felicito por sonar formal.«Muy bien hecho, puedo sentirme orgullosa de eso».Otra vez siento una electricidad adictiva ante el roce de nuestras manos al serestrechadas. La suelto con rapidez.M****a.—Tome asiento, por favor. Gracias por aceptar este encuentro.Nos sentamos.Me cruzo de piernas y pongo mis manos por encima de mis rodillas. Estoy seria, necesitoestarlo para tomar el control de mis emociones.—Lo siento mucho, señor Voelklein.Mis palabras me toman por sorpresa porque salen de mi boca sin antes ser analizadas.Él se remueve sobre su silla, apoya el codo contra el borde y se lleva los dedos pordebajo del mentón, pensativo.—¿Qué es lo que siente realmente? —inquiere ceñudo y serio.Me siento una niña siendo regañada y no sé si voy a soportar que alguien tenga esaactitud conmigo. Su semblante se vuelve sereno e inexpresivo.—Seré sincera con usted… —suelto el aliento y miro mis manos entrelazadas. No puedosoportar verlo, es intimidante— en mis momentos de soledad me dedico a escribirfragmentos o relatos que poseen contenido para adultos. Simplemente me gusta colocarcomo protagonistas a las personas que encuentro o veo en la calle con una intención dehacerlo más realista. Me dedico a leer novelas con ese tipo de contenido para poder
perfeccionarme en ese género que tanto me llama la atención.Asiente con lentitud. No sé qué pasa por su cabeza, y eso me pone de los pelos.—¿Tus relatos cuentan con únicamente dos protagonistas? —cuestiona serio.¿A qué viene esa pregunta?—Sí —musito—. La mayoría de los relatos que escribo cuentan con dos protagonistas.—¿Y la protagonista siempre es usted?Si hubiera tenido café en la boca o cualquier líquido, lo hubiera escupido hacia uncostado.¿Qué? Mis mejillas se sienten acaloradas, todo el calor sube a ellas. No sé cómoresponder a esa pregunta. Trago saliva y remojo mis labios.M****a.—No, señor Voelklein, yo no soy la protagonista de ningún fragmento —aclaro conrapidez y firmeza.—¿Por qué su relato me ha dado a entender que a la que estaba follando era a usted?Sus ojos despiden un destello malicioso y puedo jurar que tiene también un gestodivertido que oculta al apartar la mirada ante la pregunta.Me siento incómoda. No puede preguntarme algo así ni tomarme por sorpresa de estemodo. Creí que sería un encuentro donde le pediría disculpas y ya. ¡No quiero hablar sobremis relatos!—Yo no soy la protagonista. Suelo usar la primera persona en la mayoría de mis relatos—me defiendo y no puedo ocultar mi indignación.—Ya. —Levanta las palmas de sus manos en forma de rendición —. No pretendíaofenderla.—Es normal utilizar la primera persona. En varios relatos incluyo la tercera persona —meexplico—, pero si usted hace referencia al fragmento que le envié, vuelvo a pedirledisculpas. Fue un error y no quiero que piense que soy una loca que anda por allíacechando a hombres como usted para escribir ese tipo de contenido.—¿Y cómo es un hombre como yo? —curiosea.Eso me ha tomado desprevenida y me ha dejado en desventaja. Meneo la cabeza,desentendida.—¿Qué?—Quiero saber qué es lo que le ha llamado la atención sobre mi persona para incluirmeen un relato tan íntimo con ese —reformula.Se inclina sobre la mesa, apoya sus labios contra sus manos entrelazadas y me dedicauna atención que me intimida aún más.—No voy a responder eso. —Oculto una sonrisa estúpida.Sus ojos grises se posan sobre los míos. El ambiente se vuelve algo sofocante a pesarde estar al aire libre. De pronto me encuentro nerviosa.—¿No cree que debe darme una explicación? —contraataca.—Se la he dado, señor Voelklein —espeto y lo contemplo.—Solo responda esa pregunta y la dejaré en libertad.—¿En qué momento me he vuelto su presa como para dejarme en libertad?Se echa hacia atrás, deja caer su espalda en el respaldo de la silla, sonríe y menea lacabeza.«Touché».—Mi pregunta es simple, señorita Steele. Quiero saber si usted me ha encontrado losuficientemente atractivo como para escribir una escena tan intima como la que me haenviado. —Vuelve a inclinarse en mi dirección y soy yo ahora la que se echa hacia atrás—.Supongo que no ha sido una elección aleatoria.¿Atractivo? ¡Aquel tipo es un dios sacado del Olimpo! ¿Acaso me inquiere por unabelleza que él ya debe saber? Es decir ¿no tiene espejo en su casa como paracomprobarlo?Su aire arrogante me deja descolocada de nuevo.—Mis elecciones entran en el estándar de belleza masculina que creo que, si me han
dejado sin aliento a mí, pueden dejar sin aliento a cualquier lector —me excuso con tonoprofesional.¡No voy a decirle que es guapísimo!—Así que la he dejado sin aliento —es lo único que rescata de mis palabras.Me deja boquiabierta.¿Acabo de ver cómo esboza una sonrisa que intenta ocultar estúpidamente detrás desus dedos?—¿He contado algún chiste del cual no fui consciente, señor Voelklein? —Me pongo a ladefensiva.—Mire, señorita Steele, mi intención no fue citarla aquí para regañarla o demandarla poralgún intento de acoso hacia mi persona, me parece absurdo hacerlo cuando no veomaldad al llevar dicha acción. —Vuelve a ser aquel tipo formal que conocí la primera vezque lo vi—. Mis intenciones con usted son otras. Ese fragmento que usted me ha enviadome ha dejado maravillado e incluso halagado por ser quizás un intento de musa para usted.Vaya, no me esperaba esa reacción tan... ¿afirmativa? ¿Positiva? Es que es tan serio,tan profesional, que no puedo adivinar con lo que podría llegar a salirme.—¿Qué intenciones tiene conmigo, señor Voelklein?Sus ojos grises se clavan en los míos.—Quiero que deje de recurrir a la literatura para obtener herramientas para sus escenaseróticas. Quiero demostrarle escenas de ese tipo en la vida real, sin letras, sin oracionesque la dejen a su imaginación. A su suerte. Que sea en vivo. Quiero demostrarle el sexo enprimera persona. Y no me malinterprete, no voy a tener relaciones sexuales con usted, perosí le demostraré la anatomía humana cuando se trata de sexo.—Ilumíneme —le pido en un murmullo y apenas se me escucha.—Quiero recrear escenas eróticas en la vida real para usted y ser el protagonista de sushistorias, de sus palabras. Ayudarla a que visualice una escena en primera persona y quepueda crear relatos con más verosimilitud, más realistas. Olvídese de sus libros eróticos, delos videos pornográficos denigrantes y crueles que solo la industria pornográfica podríadarle.—¿Quiere que lo mire teniendo sexo y escribir mientras lo observo? —reformulo.No puedo salir de mi asombro ante su propuesta.—Decirlo así me hace quedar como un pervertido. —Se echa a reír; su risa es tan frescaque podría oírla todo el día—. No sé si usted querrá que tenga sexo con otras mujeresmientras observa. Eso depende de su decisión. Estoy a su merced. Podemos recrearcualquier escena que usted quiera, obviamente no será incluida en ninguna. pero quiero, ysería un gran halago para mí, ser su inspiración para la narración de sus relatos. Sí ustedqueda conforme con su resultado, puedo contactarla con un editor para publicar su novela.Me muerdo el labio inferior.No quiero dejar pasar aquella oportunidad que solo él, Matt Voelklein, podría ofrecerme.Estoy perpleja.Lo escruto con cierta sorpresa. Él la nota con claridad.—Acepto su propuesta, señor Voelklein.Me lanza una sonrisa perversa que repercute en la parte más íntima de mi cuerpo.