Marcus decidió explorar la isla por su cuenta, antes de salir, se aseguró de que Maya quedará bajo la vigilancia de sus guardaespaldas.
— Manténganla a salvo y no la pierdan de vista — les ordenó con severidad — Y manténganme informado de cualquier cosa inusual.
— Sí, señor — respondieron al unísono.
Marcus asintió satisfecho y se marchó, internándose en las calles del pintoresco pueblo costero, a medida que avanzaba, notaba las miradas curiosas y recelosas de los lugareños, algunos lo saludaban con educación, pero manteniendo cierta distancia.
— Buenos días, señor — le dijo una anciana en un español — ¿Es usted amigo de la señorita Maya y el joven Dan? —Afortunadamente tanto Marcus, como Maya y Dan conocían un poco el idioma.
Marcus se tensó al oír aquellos nombres, forzó una sonrisa y respondió en el mismo idioma.
— Soy el esposo de Maya, Dan es... un viejo conocido.
La mujer lo miró con sorpresa y cierta desconfianza.
— Oh, ya veo... Es que pensábamos que la señorita Maya y el jove