Collin había logrado romper una pequeña parte de sus grilletes. Solo necesitaba astillar un trozo de madera de la cama y tendría un arma improvisada para usar contra quienquiera que entrara allí. Estaba empezando cuando la manija de la puerta se movió.
Rápidamente, se sentó, intentando disimular. Esperaba que fuera Maden, pero fue su madre quien entró, trayendo una bandeja de comida.
"Imaginé que tendrías hambre."
Su voz era demasiado suave, cargada de un tono casi artificial. Lentamente, se acercó, colocando la bandeja en la silla al lado.
Collin notó que había un pequeño cuchillo en la bandeja, pero su madre lo tomó antes de que pudiera hacer algo.
"Ah... Ya iba a olvidarme de esto."
Sonrió, como si aquello fuera un simple detalle.
Collin la miró fijamente. Había un brillo extraño en los ojos de su madre, algo que no encajaba con la mujer fría y distante que conocía. Collin no recordaba haberla visto sonreír tanto.
"Qué decadencia, madre."
La joven dejó escapar con desprecio.
La ex