Liam*
Toda la noche corrieron.
El bosque era una mancha alrededor, cuerpos en movimiento sincronizado, olfateando, cazando.
El olor de Maden y su manada impregnaba el aire como un veneno.
Estaban cerca.
Liam lo sabía.
Pero necesitaban una pista sólida. Algo concreto.
Cuando emergieron del monte hacia el claro, a Liam se le revolvió el estómago.
La aldea…
Su aldea.
Estaba destruida.
El lugar que le había costado años construir, ahora era un montón de escombros, con el olor a sangre y ceniza flotando en el aire.
Damon se detuvo a su lado.
"Nada, Liam. Ningún rastro."
La mandíbula se le tensó.
"Seguid buscando."
Damon asintió y desapareció entre los escombros, olfateando.
El tiempo pasó lento, el silencio de la destrucción pesando sobre sus hombros. Hasta que
"¡Alfa!"
Uno de los lupinos apareció corriendo.
Liam se giró al instante.
"¿Qué pasa?"
El guerrero le tendió un trozo de tela rasgada.
Liam lo tomó e inhaló profundo.
El olor.
Uno de ellos.
Uno de los malditos rastreadores de Maden.