Collin*
El aire estaba denso, impregnado del olor metálico de la sangre y del calor del fuego que devoraba algunas estructuras a lo lejos. Collin se deslizó silenciosamente entre las sombras de las casas, sus pies apenas rozando el suelo de tierra. El templo no estaba lejos, pero el silencio repentino la hizo detenerse.
Los gritos habían cesado.
Y eso la aterrorizó más que cualquier otro sonido.
Trepa por un costado de una de las casas y forzó la ventana de madera hasta que cedió. Entró con cuidado, el ambiente cubierto por una oscuridad espesa. El olor a moho mezclado con sangre seca invadió sus pulmones, y contuvo el aliento, ignorando el escalofrío que reptaba por su espalda.
Tanteó el cuarto en busca de algo —cualquier cosa— que pudiera servirle como arma. Su corazón latía tan fuerte que temía que alguien pudiera oírlo.
Sus dedos tocaron algo sólido debajo de la cama.
Un cofre.
Lo arrastró hacia fuera, los dedos temblando mientras destrababa la cerradura. La tapa chirrió al abrirs