Las emociones del anciano alfa, reprimidas hasta ese momento, finalmente estallaron; años de decepción y dolor se derramaron como una presa rota.
Señaló a Gabriel y rugió. —¡Esa pequeña amante tuya le vendió información de Alicia a los lobos forasteros enemigos!
—¿Qué? —Gabriel frunció el ceño—. Eso es imposible.
—Los guio directamente a Alicia y a su madre, por eso, no se pudo salvar a tu hijo. Carlota les dio la ubicación de Alicia, su horario, incluso les informó cuándo estaría más vulnerable. ¡Ella lo planeó todo!
—Además, su madre también fue torturada y asesinada por esos lobos forasteros.
Lágrimas surcaban el rostro del anciano. —Esa mujer inocente murió protegiendo a su hija y a su nieto. Mientras tanto, tú estabas en la cama con quien causó todo eso.
—¡Gabriel, todo esto es culpa tuya!
La acusación quedó suspendida en el aire como una sentencia de muerte.
Gabriel se quedó paralizado, incrédulo. Abrió y cerró la boca varias veces antes de emitir sonido alguno. —Mientes. Carlota