El rostro de Gabriel cambió dramáticamente, el color se le desvaneció de la piel al ver a su abuelo desplomarse.
Corrió con el anciano hacia el hospital, con las manos temblorosas mientras cargaba ese cuerpo frágil.
—¡Ayuda! ¡Alguien que me ayude! —Gritó al irrumpir por las puertas de urgencias.
Toda la familia de los Barrios se sumió en el caos.
Los miembros de la manada se llamaban frenéticamente, los sirvientes lloraban en los pasillos y los betas deambulaban ansiosos fuera de la unidad de cuidados intensivos.
Después de una noche de tratamiento de emergencia, el anciano finalmente salió del peligro inmediato.
El jefe de los sanadores emergió del quirófano, con el rostro marcado por el agotamiento. —Lo hemos estabilizado por ahora, pero su corazón es débil y el estrés le ha pasado una factura severa.
Sin embargo, el alfa había caído en coma y nadie sabía cuándo despertaría.
—¿Va a... va a sobrevivir? —Preguntó Gabriel, con una voz apenas audible.
—Eso depende de su voluntad para luc