Gabriel recogió el anillo con dedos temblorosos.
Estaba frío, muy frío.
Su corazón se hundió poco a poco, hasta tocar fondo.
Miró a su alrededor, confundido por las cosas familiares que ahora le parecían extrañas.
Las fotos en las paredes lucían diferentes, en cada imagen yo sonreía, pero al mirar más de cerca, pudo ver la tristeza en mis ojos.
¿Cuándo había dejado de parecer feliz?
¿Cuándo se había apagado la luz de mis ojos?
La tristeza y el miedo lo rodeaban por todas partes.
El anciano alfa no mostraba señales de despertar, por lo que todos los asuntos de la manada, grandes y pequeños, debían ser manejados por Gabriel; reuniones de negocios, disputas territoriales, o negociaciones de alianzas.
Pero todo el corazón de Gabriel estaba concentrado en mí y no podía centrarse en nada más.
Antes, el anciano alfa se encargaba de los asuntos de la manada y yo atendía los asuntos del hogar; organizaba su agenda, administraba al personal doméstico y organizaba cenas para la manada.
Gabriel n