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Pasé el día siguiente en los baños. Jara y todas sus compañeras estaban allí también, sin importar qué turno solían trabajar, para que hubiera una mujer atendiendo cada piscina. Cala no daba abasto para lavar los cepillos y preparar los cajoncillos de mimbre, y Tilda iba y venía con cestas repletas de botellas de loción.

No era para menos. Después de pasar la noche en el bosque, todos los lobos de las tres manadas querían bañarse antes de la fiesta.

Los primeros en presentarse fueron los Alfa con sus lugartenientes, que pronto debían reunirse en consejo de guerra. Yo me hallaba en la piscina más cercana a la estantería, y cuando me erguí después de la profunda reverencia con que recibimos a los líderes, vi que el Alfa se había ido a la piscina más alejada frente a los ventanales, a tenderse de espaldas como la otra vez, y ha

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