Capítulo 126 Una trampa con consecuencias. El sol se filtraba a través de los estrechos ventanales de la estación de la Guardia Costera, pintando de oro las paredes gastadas y levantando finas motas de polvo en el aire. El silencio sólo se rompía por el zumbido constante de los ventiladores industriales y el suave estático de la radio VHF junto al escritorio de mando. Iván y Carlos entraron con paso firme, las botas de ambos resonando en el suelo de baldosas agrietadas. —Teniente Morales, buenos días —saludó Iván, apoyando una carpeta mullida de documentos y fotografías sobre la mesa metálica frente al oficial. Su voz sonaba grave, marcada por la urgencia—. Tenemos información de un barco que podría estar transportando a dos civiles extranjeros de forma irregular. Uno de ellos, un hombre caucásico, ha sufrido pérdida de memoria tras un accidente aéreo reciente. La mujer que lo acompaña estaría aprovechando su vulnerabilidad para secuestrarlo. El teniente Morales, de rostro curtido
Capítulo 127Una estrategia oculta.Mientras el “Meridiano IV” se alejaba de la rada, meciéndose con la marea. Iván y Carlos intercambiaron una última mirada con el capitán García y su tripulación. Ninguna irregularidad: nada hallado, ningún indicio de prisioneros ni de secuestro. Ni rastro de cadenas, puertas ocultas o rostros asustados. El barco zarpó, libre de sospecha, rumbo abierto al mar nocturno.—Bien… —susurró Carlos, guardando la linterna en su funda de cuero—. Nada. Ni una caja fuera de lugar.Iván apoyó la palma de la mano abierta contra la pared agrietada de la bodega, notando la rugosidad del metal pintado. El olor a aceite y a frutas podridas que llevaba en la nariz seguía ahí, impregnado en cada rincón del espacio. Respiró hondo, dejando que el humo del diésel y la humedad salina se mezclaran en su pecho.—No lo entiendo… —murmuró él, frotándose la nuca—. Todo estaba claro. Yo estaba cien por ciento seguro de que ellos estarían allí. No sé qué pasó.—O estuvimos demas
Capítulo 128 Aguas internacionales. Las hélices del Meridiano IV cortaban las olas con precisión mecánica, haciendo vibrar la estructura metálica del casco. El cielo, negro como tinta espesa, se extendía sobre la embarcación sin una sola estrella, y la humedad del mar se filtraba en los huesos como una advertencia ancestral. El capitán observaba el radar en la pequeña cabina de mando. En la pantalla, la silueta difusa de la costa se desvanecía, y una línea azul confirmaba lo que deseaba: estaban oficialmente en aguas internacionales. Ya había pasado un susto al ser acusado de transportar turistas de manera ilegal, y a pesar de que era cierto, no podía permitir que su reputación quedase manchada por un error de cálculos. Mientras tanto, Camila luego del susto que pasó dentro de esa bodega, sintió que había ganado una batalla más al no ser atrapada en ese lugar. —Tony —dijo sin voltearse hacia él—. Prepara la salida en la escotilla. Es hora. Él asintió con un gruñido, desa
Capítulo 129Recuerdos distorsionados.La brisa nocturna entraba por el ventanal abierto del loft de Camila, meciendo las cortinas blancas y depositando un tenue aroma salino en el salón. Un par de velas aromáticas dejaban un perfume suave a jazmín en el aire, rozando las narices de Camila con un susurro de calma forzada. Afuera, el murmullo de las olas se estrellaba contra las rocas, un latido constante que parecía marcar el pulso de la isla.Ella caminaba de un lado a otro por el espacio amplio que brindaba el vestíbulo, comprobando cada rincón con la meticulosidad de quien teme una emboscada inesperada. El sofá modular, la mesa de café y la barra de cocina quedaban atrás mientras ella abría cajones, revisaba cerraduras y colocaba discretamente un par de cámaras de seguridad en el marco de la puerta principal. Cada gesto suyo destilaba tensión contenida.—Tony ¿Estás listo? —preguntó al oír su voz al otro lado de la línea. El silencio respondió. Sabía que alguien más podia estar
Capítulo 130Encuentro bajo la lluvia. Durante dos días enteros, el silencio puso a prueba los nervios de Camila. Ni una sola amenaza rompió la calma que se había instalado en el loft de Isla Montelago. Las cámaras de vigilancia no registraron movimiento hostil, las patrullas costeras no avistaron embarcaciones sospechosas, y las transmisiones de radio solo devolvían estática. Camila paseaba por cada rincón de aquel refugio con el paso firme de quien sabe que el peligro acecha, pero no encuentra presa.Aquella confianza incipiente la envolvía como un manto cálido: cada mañana encendía el espresso en la cocina, escuchaba el goteo preciso de la cafetera y aspiraba el aroma amargo mientras comprobaba que las cerraduras resistían. Por la tarde, desenrollaba su esterilla de yoga junto al ventanal y saludaba al mar encapotado con estiramientos lentos. El sonido de las olas rompiendo al fondo era ahora su metrónomo personal, una cadencia que calmaba sus ansias de control.Leonard, por su
Capítulo 131Salida del encierro.El primer escalón crujió bajo el peso de Leonard y resonó en el silencio del loft. La lluvia seguía golpeando el techo de chapa con furia, como un tamborileo insistente que marcaba el pulso de aquella tensa mañana. Leonard bajó a la cocina con los pies descalzos. Sus hombros estaban erguidos, la mandíbula apretada, como si contuviera una tormenta interior.Camila estaba de espaldas al ventanal, con los brazos cruzados y la mirada fija en el mar embravecido. Llevaba un vestido ligero de tirantes, sus pies descalzos apoyados en el frío suelo. Sobre la mesada, la cafetera exhalaba un silbido débil: el café acababa de terminar de filtrarse. El aroma intenso llenaba el ambiente.Leonard se plantó junto a ella sin anunciarse. El aire olía a café recién hecho y a pan tostado. Camila sintió su presencia y giró lentamente. Sus ojos brillaron al verlo, una chispa de esperanza en medio de la grisura.—Buenos días —dijo ella, con voz suave—. Pensé que no bajaría
Capítulo 132Encuentro emocional. Leonard caminó sigilosamente hacia la ventana, atraído al ver un bolso arrojado al suelo que había volcado su contenido: algunos cosméticos, un perfume, la documentación de Alessia, un libro y un pañuelo blanco manchado apenas en una esquina.Caminó con paso lento hasta llegar al bolso. aspiró el aire cargado de ese perfume que se le hizo tan familiar. Allí, el aroma familiar de Alessia flotaba entre el olor de la sangre y la humedad del espacio. Cerró los ojos un instante y dejó que ese perfume lo envolviera: un acorde de jazmín y miel que lo transportó a una tarde de risas en un muelle.Pero luego bajó la vista y reconoció el pañuelo. Lo había visto antes, en la mano de Anthony, el asaltante del barco. Aquel hombre lo había llevado anudado al cuello cuando secuestró a Alessia. El recuerdo afloró con violencia: la tela empapada, las motas de tierra, el fulgor cruel de sus ojos.—Iván —susurró Leonard, la voz quebrada—. Ese pañuelo… lo reconocí. E
Capítulo 133 Una obsesión enfermiza.En el silencio roto apenas por el golpeteo monótono de la cafetera, Camila permanecía sentada en el amplio salón del loft de Isla de Montelago. Afuera, el amanecer despuntaba tras el mar: una franja tenue de luz rosada que se filtraba por los ventanales, trazando destellos sobre la elegante madera clara del piso. La brisa marina colaba su salitre y un leve olor a algas, mezclándose con el aroma fuerte del café recién hecho que ella sostenía entre las manos. Cada sorbo—amargo, tibio—le recordaba a la mañana en que Leonard se marchó sin mirar atrás, dejándola sola con sus temores.El zumbido del ventilador de techo y el susurro de las cortinas al moverse marcaban el ritmo de sus pensamientos. A su alrededor, la decoración minimalista: un sofá de lino blanco, un par de jarrones con flores exóticas de la isla, y la mesa baja donde la noche anterior había estallado la copa de vino, ahora recogida y limpia, como si quisiera borrar aquella pérdida de a