La camioneta de lujo se detuvo suavemente frente a un elegante edificio de apartamentos. Las luces de la entrada principal brillaban con discreción, pero el aire de la noche parecía vibrar con una tensión latente, un reflejo de la tormenta mediática que envolvía a Yago. Nant miró la imponente fachada, su corazón latiendo con una mezcla de ansiedad y una renovada determinación. Las últimas revelaciones del chofer habían añadido capas de complejidad a la situación, transformando lo que parecía un simple drama de celos en una intriga mucho más oscura.
Se giró hacia el chofer, sus ojos reflejando la seriedad de la conversación que acababan de tener. —Gracias, de verdad, por todo lo que has hecho y por lo que me has contado —dijo Nant, su voz suave pero firme—. Lo valoro mucho. Y puedes estar seguro de que nada de lo que he escuchado en este vehículo saldrá jamás de mi boca. Es un secreto que guardaré.
El chofer asintió, una ligera sonrisa de aprecio en sus labios. La confianza que Nant le