La sugerencia de la depilación quedó flotando en el aire como una bomba de relojería. Alina miró a su asistente con los ojos desorbitados, sorprendida no solo por la crudeza del consejo, sino por el nivel de confianza y profesionalismo cínico con el que se lo había soltado.
La asistente, notando el silencio atónito, pensó que había cruzado la línea roja. Se puso de pie de inmediato, alisándose la falda, lista para disculparse y salir huyendo antes de ser despedida.
—Señorita, yo... mejor me retiro, ya tiene las notas —dijo la asistente, dando un paso hacia la puerta.
—¡No! —exclamó Alina, poniéndose de pie de un salto.
Alina rodeó la mesa de centro y alcanzó a su empleada antes de que esta pudiera alejarse. La mujer más poderosa de KORALVEGA, la hija del dueño, se despojó de toda jerarquía en ese instante. Agarró las manos de su asistente entre las suyas, apretándolas con una necesidad palpable, casi suplicante.
—Siéntate, por favor —pidió Alina, bajando la voz, sus ojos brillando con