372. UNA RATA ESCURRIDIZA
NARRADORA
Tomas comenzó a ladrar en su mente; Aldo no pudo contradecirlo.
Los habían descubierto.
“Prepárate para salir detrás de mí a luchar. No podemos dejar que nos encierren aquí o estamos acabados”.
Le indicó comenzando a gatear hacia la salida. Sospechaba de las intenciones de sus asediadores.
—¡Traigan la leña, de prisa, viertan el líquido acelerante! —el hombre ya podía saborear su victoria.
A la luz del día y con la ayuda de los perros y las huellas descubrieron que detrás de esa barrera natural había una estrecha entrada.
Solo se temía que tuviese otra salida, pero tampoco nadie se arriesgaría a comprobarlo; la mejor opción era prender fuego y ver si las ratas salían.
—Apílala bien —los hombres se movían cargando los fajos de hierba seca y ramitas del bosque.
El adjunto avanzó montado en su corcel, todo heroico, antorcha en mano y el fuego rugiendo en su corazón.
Si lograba erradicar a sobrenaturales, podía pedir incluso la recompensa que ofrecía el palacio.
El Regente lo as