316. SIGUIENDO PISTAS

KATHERINE

Salí con mi vestido sencillo y cómodo para el largo viaje.

Me acomodé los guantes, y el ama de llaves me ayudó a subir al espacioso carruaje, explicándome algunas cosas.

—Que tenga un buen viaje, Duquesa —me dijo al final, y le agradecí, corriéndome a un lado en el aterciopelado asiento, dejando espacio para el Duque.

Todo por dentro estaba forrado de un damasco verde con patrones plateados, elegante y hermoso.

Debajo de los asientos enfrentados había compartimentos cerrados. El ama de llaves me dijo que ahí se guardaron provisiones de comer.

Se notaba el lujo, pero obvio, se trataba del dueño y señor de estas tierras.

Y hablando del Duque, lo esperé y esperé y nada.

Cerraron la puerta del carruaje, sentí que se estremeció cuando el cochero tomó su lugar y luego el chasquido del látigo y su exclamación azuzando al caballo.

Enseguida me incliné sobre la ventanita y aparté la cortina. Entonces lo vi.

El Duque iba montado sobre ese hermoso caballo blanco de anoche, con otros h
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