271. TODO EN MÍ, TE PERTENECE
MERIDIANA
El aire de la tarde-noche soplaba sobre la piel que iba desnudando.
Frente a sus ojos intensos comencé a liberar los nudos flojos del vestido, sintiéndolo rodar por mi cuerpo y fruncirse sobre mis pies.
No llevaba nada debajo y me mostré desnuda ante él, resistiendo el impulso de taparme, pero yo ansiaba esto.
Y no tenía que verlo para saber que me deseaba; su respiración se hizo más apresurada, como si de verdad le cortara el aliento.
Tragaba y se humedecía los labios, se había quedado tan tranquilo que ni el agua se movía un poco.
Salí de los vuelos del vestido enredados en mis pequeños pies y avancé hacia el borde, mostrándole el cuerpo que ningún otro hombre había visto jamás.
—¿No vas… a ayudarme? —le susurré con el calor subiendo por mi cuello.
De pie, a la entrada de la poceta.
El agua chapoteó finalmente y la presencia enorme de Rousse se acercó a mí.
Mis manos fueron tomadas por las rudas de él y colocadas con gentileza sobre sus hombros.
Me incliné hacia delante pa