260. EL ROSTRO DE LAS CONDENADAS
NARRADORA
—¡Maldita sea, no, no! ¡Criaturas inútiles!
Frederick rugió al ver a sus “hijos” ser masacrados.
Tampoco había podido crear tantos, robar esa magia corrupta era muy difícil, aun esclavizando y controlando a las brujas.
Sin embargo, por muy fuertes que parecieran esas bestias, poseían un corazón viviente, que podía ser arrancado.
—No me puedo quedar aquí… —masculló presenciando su derrota y cómo ese ejército no moriría nunca.
Sus ojos rabiosos, llenos de ira y de envidia, se dirigieron hacia Victoria.
Debió haberla capturado para él.
Se había confiado, fue muy ingenuo y no le hizo caso a los instintos que le gritaban que esa vampira ocultaba sus poderes.
—Hija de puta desgraciada…
Su resentimiento era tanto que le dolía hasta el pecho.
Miró a los cuerpos de su hija y de su mujer, ni siquiera podía bajar a recogerlos y darles una sepultura digna.
Habían acabado con su familia y ahora lo orillaban a escapar, pero esto no se quedaría así.
Antes de que vinieran a por él, dio la e