259. UN LOBO DE CORAZÓN PURO
NARRADORA
Si Dracomir no tuviese la mandíbula bien pegada al cráneo, se le hubiese caído al suelo del asombro.
A través de esas grietas que destrozaron todo el suelo y removieron los cimientos de la fortaleza, saltaron gritando unas figuras humanoides.
"¡Dracomir… son esos degenerados!" Alan gritó también estupefacto.
No los olvidarían jamás, ni aunque pasaran mil años.
Tantas cosas se revolvieron dentro de su pecho, la ira lo invadía hasta que se dio cuenta de que eran solo cadáveres.
Las cabezas que les habían arrancado, ahora estaban unidas con hilos del destino sobre sus hombros.
Muertos vivientes movidos por algún tipo de magia poderosa.
El enorme lobo miró de nuevo a la mujer en las alturas.
De pie, indomable, comandando con voz gutural, como en una sinfonía siniestra, a los hombres que hicieron de su vida un martirio.
«Creé un ejército para ti»
Victoria le había dicho, y el pecho de Dracomir y Alan se hinchó de orgullo.
¿Cuántos secretos ocultaba dentro de ella?
Su hembra er