Había algo extraño en todo el asunto, y Selena lo sentía en lo más profundo de su ser. Permanecía sentada en silencio dentro de su habitación, tamborileando ligeramente los dedos sobre la rodilla, mientras su mente repasaba una y otra vez cada detalle de los eventos de la mañana.
¿Por qué aparecería Declan Raze así, suplicando? Eso no ocurría por casualidad. No con un hombre como él. No sin que alguien moviera los hilos desde las sombras.
Y el único que podría haber hecho eso… era Jaden. Pero Jaden no tenía ese tipo de alcance. Al menos, no por su cuenta.
Se mordió el labio cuando un nombre resurgió en sus pensamientos. Morix Sable.
¿Era eso lo único que tenía sentido? Se había presentado en la escuela de Mia y, de alguna manera, mantenía una relación cercana con Jaden; incluso los había ayudado a lidiar con los Krane. Así que, si alguien podía manejar a un tipo como Declan, sería el mismo Morix. Quizá Jaden había encontrado la forma de contactarlo nuevamente para pedir ayuda.
Sabía qu