Morix Sable arrugó la frente al entrar al patio del jardín de niños y asimilar el desastre. Los guardaespaldas de Landon Krane estaban tirados por el suelo de losetas, gimiendo de dolor, agarrándose las extremidades rotas y las articulaciones torcidas. Uno sangraba por la nariz; otro parecía haber perdido una pelea contra un camión de carga.
Morix apretó la mandíbula. Su mirada se clavó en Landon Krane, quien estaba recargado en un poste, con sangre embarrada en los labios y la frente, el pelo revuelto y el traje medio desgarrado.
—¿Qué demonios pasó aquí? —preguntó Morix, con una voz potente y severa.
Landon señaló a Jaden con un dedo tembloroso y ensangrentado.
—Ese desgraciado —siseó—. ¡Me humilló! ¡Tocó a mi familia, golpeó a mis hombres y... —la voz se le quebró de pura rabia— me obligó a arrodillarme frente a todos! ¡A mí!
La mirada de Morix siguió la dirección del dedo de Landon. Sus ojos se posaron en Jaden, quien permanecía tranquilo, con las manos en la espalda y una actitud