Perla
Con el corazón palpitante y una maleta a mis pies, observo la habitación, comprobando que no se me quede nada. Antes de hacer la maleta hice una lista, que por supuesto rectifiqué, pero todo está muy bien y creo que no se me queda nada.
Justo en ese momento, escucho que tocan la puerta repetidas veces. No pierdo el tiempo y me acerco para abrir. Enseguida me encuentro con los rostros de Angela y la señora Elisa.
—Nos hemos robado un momento en el trabajo para despedirnos de ti —dice Angela entrando a la habitación con una amplia sonrisa.
—¿No olvidas nada? —pregunta Elisa, con la mirada en dirección a mi maleta rosa y entrando a la habitación.
Con una suave sonrisa la miro. De pronto recordando a mi abuela. Ella era así conmigo.
—No —respondo—. Ya he comprobado y no se me queda nada —dulce, le sonrío.
—Muy bien —me mira—. Solo venía a ver como te sientes, ¿es la primera vez subiendo a un avión?
Afirmo una sola.
—Sí, señor —sonrío con nervios.
—Tu tranquila, to