¿Cómo fue posible que la mujer que consiguieron en un basurero, se convirtiera en la más deseada por muchos hombres poderosos? Ella tenía a varios a sus pies, pero entre tantos, solo dos la llegaron a tener. Perla se verá envuelta entre el amor de dos hombres peligrosos que pertenecen a la mafia. Fabiano se enamoró de ella y la convirtió en su esposa, pero tiempo después a causa de una trampa creada por la ex-novia de Fabiano, su esposo la acusa de haberlo traicionado, entonces decide asesinarla y quitarle a su pequeño hijo. A Perla no le quedó de otra más que escapar de las garras de su ex-marido y decide darse por muerta para esconderse y planear cómo recuperar a su hijo y vengarse, así que se refugió en la casa de su mala madre, sin embargo, su madre por obtener dinero y satisfacer sus vicios, decide vender a su única hija, al enemigo de Fabiano, el conocido Carlos Vitale. Quien la compra para obligarla a ser su esposa y usarla como venganza en contra de su enemigo; que años antes era su mejor amigo. Cuando Fabiano se enteró de que su ex-mujer nunca murió y que ahora es la esposa de su antiguo amigo, no dudó en iniciar una guerra para recuperarla y pedirle una segunda oportunidad. Lo que no sabe, es que Carlos jamás permitirá que vuelva a tocar a su amada esposa. ¿Perla lo perdonará? ¿O ayudará a Carlos a vengarse de su ex-marido por haberla querido matar? ¿Podrá recuperar a su hijo? ¿A cuál de los dos terminará amando de verdad?
Leer másPerla
—¿Qué hacemos aquí, mamá? —Miro por la ventanilla de la camioneta, la gigante mansión frente a mí. Inmensa y digna de un hombre muy poderoso. Me pregunto, ¿quién vive aquí y qué hacemos aquí?
El vehículo se detiene, frente a las gigantescas puertas dobles, para ingresar a lo que me supongo es el interior de la casa.
Vuelvo a mirar a mi madre en busca de una respuesta.
Emilia acomoda su cabello negro mientras mira el reflejo de su rostro atractivo, a través del espejo de su pequeño compacto.
—Pronto lo sabrás, Perla —cierra el espejo con suavidad y se vuelve hacia mí —. Desde hoy dejarás de huir de tu exmarido. Yo no puedo seguir escondiéndote. Conseguí a alguien que si te va a proteger y podrás vivir otro tiempo más.
Se me llena el corazón de dolor de tan solo escuchar eso y recordar a Fabiano. El hombre que creí que sería mío para toda la vida. Será difícil para mí olvidarme de él, mucho más después de lo que vivimos y de haberme quitado a mi único hijo. Ahora Fabiano me odia. Ni siquiera me dio la oportunidad de decirle que yo nunca lo traicioné.
La miro dolida por las palabras que dice. Por querer librarse de mí, como si yo fuese un trapo sucio. Pero, ¿qué puedo pedir de Emilia?, después de que me haya sacado de la casa cuando consiguió a su nuevo esposo, solo porque pensó que él se iba a enamorar de mí. Después de eso conocí a Fabiano y él me ayudó.
Continúo mirándola fijamente y ella solo me observa con asco.
Emilia y su cariño maternal. Como de costumbre.
—Deberías estar conmigo, eres mi madre. Seguir ayudándome.
—¿Qué más te voy a ayudar, Perla? —cuestiona ceñuda—. Fabiano arruinó tu vida. Ahora ni trabajar puedes, porqué te puede encontrar y enterarse de que nunca falleciste.
—Lo arreglaré, mamá —espeto—. No me abandones nuevamente. Necesito tu ayuda.
—Perla, ya lo arreglé —refiere con una expresión sombría y una sonrisa aparece en sus labios.
—No sé exactamente en que estés metida, mamá. Pero me gustaría saber, ¿qué hacemos aquí? —vuelvo a preguntar—. Durante todo el viaje te lo he preguntado.
—Ya lo sabrás. Ahora mantén la boca cerrada y sonríe —ordena—. Tu vida cambiará desde hoy, querida hija. Ya no andarás huyendo de Fabiano Greco.
Dejo de mirar a mi madre y vuelvo a mirar de nuevo, hacia la casa.
En ese momento siento que acaricia mi cabello negro con delicadeza. De inmediato vuelvo a mirarla a sus ojos verdes y para mi sorpresa, Emilia tiene una suave sonrisa en los labios, que van pintados de un color rojo intenso. Una expresión que me inquieta, ya que siempre que me sonríe de esa manera, es porque de sus labios saldrá algo venenoso.
—Querida hija, espero te comportes como la buena mujer que eres —continúa acariciando mi cabello —. No hagas nada de lo que te llegues a arrepentir —esta vez sujeta y cierra la mano en mi mentón, apretando con brusquedad y me jala hasta acercar mi rostro al de ella—. ¿Me escuchaste, Perla? De cómo te comportes dependerá tu vida.
Asiento con dificultad, ya que su agarre me impide moverme y a su vez me lastima por la presión que ejerce en mí mentó.
—Muy bien. Pronto sabrás el porqué estas aquí. Te suplico que lo tomes con calma, Perla —me lanza una mala mirada, soltando mi barbilla—. Y esta vez, no vuelvas a tocar mi puerta de nuevo, porque no la abriré. No me busques más, hija.
Dos hombres se acercan y se encargan de abrir nuestras puertas. Bajo junto con mi madre y justo en ese momento veo que sale por las dos puertas dobles de la casa, un hombre de cabello negro, alto de cuerpo fornido, con piel blanca, unos ojos color azul muy llamativos, mandíbula cuadrada, barba rebajada y limpia. Viste como uno de esos actores de película de Hollywood. Con un traje oscuro de dos piezas en donde se le puede notar lo caro en la tela. Aparenta treinta años en adelante. Tiene un rostro imponente y no negaré que es extremadamente guapo.
Extrañamente, su rostro me parece familiar. Pero no recuerdo en dónde lo he visto. Cuando hago el esfuerzo de recordar, mi madre habla.
—Es Calos Vitale. Se amable, por favor.
Al escuchar el nombre, abro mucho mis ojos y me quedo helada. Mi madre está loca. ¿Cómo me va a traer a este lugar? Mucho más cuando todos creen que estoy muerta.
Carlos Vitale es el enemigo mortal de Fabiano. Esto es peor de lo que parece. Yo no puedo estar aquí, Carlos sabe muy bien que fui algo importante de Fabiano, lo sabe porque Fabiano y él, en un tiempo fueron muy buenos amigos.
¿Mi madre le dijo que nunca fallecí?
Cuando voy a intentar moverme para irme, Emilia engancha su brazo al mío.
—Solo sonríe, Perla —susurra mi madre a mi oído y luego vuelve a mirar al hombre que se acerca hasta nosotros, bajando las escaleras con un caminar seguro, dando a entender que es importante. Pero su mirada profunda y llena de atención está centrada en mí y me retalla de pies a cabeza con sus profundos ojos.
Me mira cómo siempre lo ha hecho desde la primera vez que me conoció.
¿Cómo es que mi madre conoce a este hombre?
Carlos tiene sus ojos puestos en mí. Su expresión es indescifrable y escalofriante. Extrañamente, genera algo en mi interior.
—Carlos, aquí está Perla. Mi hermosa hija —presenta mi madre, quien se detiene delante de él con una amplia sonrisa en los labios. Luego voltea a mirarme—. He cumplido mi palabra.
—Creo que no es necesario presentarnos, Perla —refiere Carlos, sin poder despegar sus ojos de mi persona. Me miran con tanta profundidad que siento como me desalma. Me desnuda.
—Por supuesto que no. Ya sé quién eres tú, Carlos Vitale —refiero con voz áspera.
Un brillo peculiar, reluce en sus ojos.
—Me supongo que aún no le has dicho —asegura Carlos para mi madre, dirigiendo su mirada hacia ella—. La veo muy tranquila —endurece su mandíbula.
Parpadeo y miro el rostro incómodo de mi madre.
—Era la única forma de traerla hasta aquí —responde mi madre.
¿Traer para qué?
Giro el rostro para mirar a mi madre con confusión y enfado.
—Muy bien. Dímelo —la enfrento sin dejar de mirarla. Dedicándole una mirada dura, exigiendo una respuesta inmediata a mi pregunta.
—Que eres mía, Perla —responde Carlos Vitale con voz llena de firmeza—. Me perteneces.
Me quedo estática. Congelada en mi lugar.
—¿Yo— Yo no entiendo? —miro a mi madre con penumbra.
¿Realmente estoy escuchando que mi madre me entregó por dinero? Soy una mujer de 25 años, ¿cómo es que no me di cuenta? Mi madre sí que supo engañarme y traicionarme.
Emilia se acerca, agarra mis mejillas entre sus manos y me da un beso, después vuelve a poner sus ojos verdes sobre mí.
—Que seas feliz, hija —me sonríe—. Adiós.
Mis ojos se llenan de lágrimas de inmediato. Conmocionada. Impactada. Mirando como la única persona en este mundo que me podía dar ayuda, me abandona y me entrega a uno de los hombros más despiadados y peligrosos del mundo a cambio de dinero.
—¡¿Qué?! —casi que pego un grito mientras la miro.
No dice nada más, se aleja de mí y regresa a la camioneta.
Liberando lágrimas y sin entender nada, la sigo con la mirada y la veo marcaharse. Me doy la vuelta y presencio que sube a la camioneta. Desde la ventanilla agita la mano despidiéndose de mí y después la camioneta acelera perdiéndose entre el impecable camino de piedras que da hacia las rejas.
¿Qué está pasando? ¿Es esto un sueño?
Me giro para volver a mirar a ese hombre.
—Yo no soy tuya —espeto con rabia—. Necesito irme. Deja que me vaya —le ordenó con autoridad.
En sus labios se retuerce una sonrisa, mientras examina mi rostro.
—La hermosa ex-mujer de Fabiano Greco —musita con voz fina—. Eres aún más hermosa en persona, Perla. Aún recuerdo la primera vez que te vi, sigues igual de atractiva. Me sorprendí cuando descubrí que sigues viva.
—Yo no tengo nada que ofrecerte, Carlos —le aseguro—. Deja que me vaya.
—No, Perla Lee. Tú eres mía —afirma—. Y ahora te convertirás en mi esposa. Por lo tanto, si tienes mucho que ofrecerme.
—¡Ja! ¡Estás loco! —vocifero—. Completamente equivocado.
Mete sus manos en los bolsillos de sus pantalones.
—Contigo me vengaré de Fabiano —manifiesta—. Sé lo tanto que él te ama.
—Fabiano y yo ya terminamos. El ahora me odia —informo—. Así que yo no te sirvo para tu supuesta venganza —espeto.
No quiero tener nada que ver con él, Carlos es igual de peligroso que Fabiano.
Libera una sonrisa genuina.
—Haré que te enamores de mí, Perla Lee —refiere con voz muy segura—. Por ti he rechazado a muchas mujeres y créeme que eso es algo muy serio, cariño. Ahora que por fin estás conmigo, no te dejaré ir.
—No —niego apresuradamente con la cabeza—. Eso jamás va a suceder, Carlos.
Mira en dirección a los dos hombres que están detrás de mí. Los mismos que abrieron las puertas de la camioneta cuando bajé.
—Llévenla a nuestra habitación —ordena Carlos, después se gira y se adentra a la casa—. Más tarde hablaré con ella. La señorita Perla debe descansar.
Me doy la vuelta de inmediato y veo que los dos hombres se comienzan a acercar.
—¡No! —amenazo retrocediendo—. ¡Aléjense! —los apunto con mi dedo índice de manera amenazante—. ¡No sé atrevan a tocarme! —le advierto con furia.
Fue inútil. Uno de ellos me agarró de la cintura y me levantó, dejándome caer sobre su hombro. Grité, solté patadas lo tanto que pude. Golpee su espalda, pero nada sirvió. Sin entender el porqué perdí el conocimiento y no supe nada más.
Todo es como una pesadilla.
¿Cómo fue que pasé de estar con Fabiano?, él hombre que amaba y que luego me dejó porque me acusa de traición. ¿Para ahora estar en las manos de uno de sus peores enemigos?
Ahora, se preguntarán, ¿por qué mi esposo me acusó de traición?, y ¿por qué Carlos Vitale, su ex amigo terminó comprándome?
¿Al final a cuál de estos dos hombres lograré amar de verdad?
PerlaMientras terminamos nuestros postres, el ambiente está lleno de risas y conversación tranquila. Disfruto cada momento a su lado, sintiendo que el tiempo se detiene. Pero de repente, veo que Fabiano se levanta de su silla. Con una sonrisa cautivadora, se detiene junto a mí y extiende su mano.—¿Bailamos? —me pregunta con un brillo en los ojos.Me siento un poco nerviosa al escuchar su propuesta. Sonrío de vuelta, aunque le confieso que no tengo mucha experiencia en esto.—No sé bailar, pero... —comienzo, sintiendo la duda asomarse—. Acepto.Con un ligero tirón de su mano, me levanto de la silla y le miro. Fabiano me sujeta de la cintura y me acerca a él de forma protectora. Su cercanía me hace sentir un cosquilleo en el estómago, y aunque mi inseguridad persiste, me acomodo en sus brazos, dispuesta a seguirle la corriente.La música suave envuelve nuestro entorno, y Fabiano comienza a moverse al compás. Al principio, mis pasos son torpes, pero la forma en que sonríe me da la conf
PerlaLlego junto a Fabiano al elegante restaurante donde me ha invitado a comer. La noche está fresca, y la emoción burbujea en mi estómago. Angelo estaciona la camioneta y, al bajarse, me ofrece su mano. La tomo con suavidad, sintiendo su calidez mientras me ayuda a descender del vehículo. Caminamos juntos hacia la entrada del lujoso lugar, y al abrirse la puerta, un hombre de traje nos recibe con una sonrisa profesional.—Bienvenidos —dice, guiándonos hacia el ascensor. Fabiano y yo intercambiamos miradas cómplices mientras subimos. —Va a ser una cena privada —me informa Fabiano, con una sonrisa traviesa que me hace sonreír de vuelta.—Me encanta —respondo, sintiendo que la anticipación crece con cada segundo que pasa.El ascensor se detiene y las puertas se abren. Bajamos junto al hombre que nos está guiando, cruzando un pasillo que parece estar decorado con obras de arte modernas. Finalmente nos detenemos frente a unas puertas dobles de vidrio oscuro. El hombre las abre y nos da
Perla La noche ya ha caído, y el silencio de la casa me rodea como un manto suave. Termino de ducharme y el agua caliente me ha dejado una sensación de relajación que disfruto al máximo. Salgo del cuarto de baño, envuelta en una toalla, y me dirijo al vestidor. Con la luz intensa y blanca del lugar, busco en mi lado del vestidor, el vestido de dormir que desde que llegué a está casa he usado para dormir.Finalmente lo encuentro, un delicado conjunto de encaje que elijo para sentirme bien. Me quito la bata y me coloco la ropa interior. Al aplicarme mi crema corporal, me detengo un momento a mirar mi reflejo en el largo espejo. El vestido es bonito, pero al instante noto que me queda sumamente corto. Un cosquilleo de nerviosismo me recorre el cuerpo. No debería sentirme así; es solo un vestido, pero es la primera vez que voy a compartir una habitación con un hombre, a pesar de que me gusta mucho y decidí estar con él por esa misma razón, de igual manera tengo nervios.Sacudo la cabeza,
Perla La tarde se desliza suavemente, y el aroma del postre que Ángela ha preparado llena la cocina. Estoy sentada en una de las sillas de la barra del desayuno, con Leonor ya que decidimos hacer un pequeño espacio en el trabajo para hablar un rato y comer algo. —En algunos momentos he tenido que viajar en representación de Fabiano, ya que él está ocupado con otras cosas —comenta Leonor—. Ahora que tu estas, será un poco más relajado —me regala una sonrisa amable. —Sé que estoy con él, pero seguiré en el mismo lugar de trabajo. —Me parece bien —afirma con lentitud. —¡Aquí está! —vocifera Angela, llegando a la berra y nos entrega el trozo de pastel de chocolate a cada una. Miro el pastel y sonrío de inmediato. —Se ve tan exquisito —agrego, luego miro a Angela con una sonrisa—. Gracias, de verdad. —Si, gracias. Teníamos mucha hambre —dice Leonor. —Yo conseguí extraño que no recibí ni una llamada de ustedes —comenta Angela mirándonos. Agarro la pequeña cuchara, después miro a A
PerlaNo dudo en acceder al beso suave de Fabiano. Para besarlo mejor lo sujeto de las mejillas y él agarrando mis caderas me pega a su cuerpo, besandome con más intensidad. Lentamente, el beso va culminado y al despegar nuestros labios nos miramos fijamente. —No quiero que seas mi secretaria —dice Fabiano, rompiendo el silencio que nos envuelve—. No hay necesidad. Hablaré con las chicas del servicio para que se encarguen de todas tus cosas. Quiero que compartas mi habitación, porque tú vas a ser mi mujer. Debes tener tu lugar en la casa y es en mi habitación, como debe ser.Sus palabras me llegan al corazón. Me sorprende tanto que el aire se me escapa de los pulmones. Para mí, la idea de ser su mujer suena como un sueño. Pero al mismo tiempo, instinctivamente, una parte de mí lucha contra la idea de quedarme sin hacer nada.—Está bien —le respondo, sintiendo una oleada de emoción en mi pecho—. Estoy de acuerdo, Fabiano. Pero no quiero estar sin hacer nada. No quiero que pienses que
FabianoSalgo de mi oficina, la frustración burbujeando en mi interior. No puedo creer que Fiorella haya cruzado esa línea. Mi mente está llena de pensamientos desordenados mientras me dirijo hacia la sala principal, buscando a la última persona con la que quiero lidiar, pero que tengo que enfrentar esta situación se debe acabar. Cuando entro en la sala, la veo cruzando el espacio, sus pasos firmes y decididos. Con un impulso, la alcanzo y la llamo.—¡Fiorella!Ella se detiene, dándose la vuelta con un gesto de molestia visible en su rostro. El desdén que irradia es palpable, y no me importa. —¿Qué? —exclama molesta y mirándome fijamente.—Que me doy cuenta quien eres realmente, aunque ya lo sospechaba —respondo, sintiendo cómo mi voz se endurece—. ¿Qué te dio derecho a entrar a mi casa con un arma? o peor aún, amenazar a Perla, quien no te ha hecho nada, por cierto.Su risa suena sarcástica, y levanta las manos como si fuese lo más normal del mundo.—Sabes que eso es normal en nues
Último capítulo