Capítulo noventa y cinco. El despertar del Vacío.
El altar se quebró con un estruendo que reverberó en todo el santuario subterráneo. Grietas se extendieron como venas oscuras sobre la piedra negra, y un viento helado brotó del abismo recién abierto. Rowan interponía su cuerpo entre Kael y la criatura que emergía, mientras Morgana trazaba símbolos con su bastón en el aire, intentando contener la energía que se desbordaba.
—¡Retrocede! —ordenó la bruja, su voz tensa—. ¡No dejes que la energía lo toque!
Pero era tarde.
De entre las sombras del altar, una figura se alzó. Era un hombre, o algo que alguna vez lo fue. Su cuerpo parecía formado de niebla sólida, con grietas incandescentes que dejaban ver un fuego azul en su interior. Tenía los ojos completamente negros y la frente marcada con un símbolo idéntico al que Morgana había visto en los antiguos textos de los Sellados del Vacío.
—¿Quién eres? —preguntó Rowan, apretando los puños.
La criatura giró lentamente la cabeza hacia él. Y hab