Dos días después…
—Hoy te dan de alta, Thalassa. Ya te puedes ir a casa —le anunció la doctora.
Thalassa se incorporó con un suspiro. ¿Estaba loca por desear quedarse unos días más en el hospital? Parecía mucho mejor que salir a enfrentar su nueva realidad. Pero sabía que tarde o temprano tendría que hacerlo.
Forzó una sonrisa para la doctora.
—Gracias, doctora. Qué bueno que por fin me dan de alta.
La expresión de la doctora cambió un poco y se mordió el labio antes de añadir:
—… como nadie ha venido a firmar tu salida, vas a tener que encargarte de pagar la cuenta antes de irte.
Thalassa volvió a suspirar. ¿Creían que estaba indefensa sin su exesposo?
—Lo sé, doctora. Como le dije, yo me encargo de la cuenta.
Cuando estuvo lista para irse, la llevaron a liquidar la cuenta. Abrió los ojos con sorpresa al ver el total. La cantidad que tenía que pagar por su estancia de tres días en el hospital era exagerada, incluso con el seguro.
Respiró hondo. Estaba bien. Tenía sus ahorros; los que