Pocos minutos después de que Kris se fuera, mientras Thalassa estaba sentada en su cama respirando para calmar su corazón desbocado, Luisa entró en la habitación, con cara de preocupación.
—Acabo de ver al guardia sacar a Kris. ¿Qué pasó? ¿Qué hacía aquí?
—Se metió a la casa a escondidas para confirmar sus sospechas.
Luisa abrió los ojos como platos.
—¿Entonces ya sabe que eres tú?
Thalassa asintió.
—¿Y cómo reaccionó? —preguntó Luisa.
Thalassa se encogió de hombros.
—Como era de esperarse, estaba furioso.
La expresión de Luisa se volvió seria.
—No me digas que intentó hacerte daño. ¿Se atrevió a tocarte?
—No.
Aclaró Thalassa, aunque sonrió irónicamente. Era cierto, Kris no la había tocado ni lastimado físicamente, pero eso no le impidió hacer todo lo posible por herirla con sus palabras. Lo curioso era que ya se lo esperaba.
—¿Cómo te sientes ahora que lo descubrió? —preguntó Luisa.
—Nada.
Era verdad. Después de su confrontación con Kris, lo único que sentía era un vacío. No planeaba