—¡Maldita estúpida! ¡¿Cómo te atreves a ponerme una mano encima?!
Brandon gruñó furioso mientras se sobaba la mejilla, que le ardía.
Dio un salto hacia ella, dispuesto a atacarla, pero antes de que pudiera alcanzarla, Thalassa tomó el cuchillo de la barra de la cocina y lo apuntó hacia él.
—Ni se te ocurra dar un paso más, o no respondo de lo que te pase. Si crees que soy una pobre diabla que no sabe defenderse, estás muy equivocado.
Su respiración era agitada y el cuerpo le temblaba de puro coraje y adrenalina al recordar la noche en que la atacaron. Sintió que los ojos le ardían por las lágrimas, pero se negó a derramarlas. Si hubiera podido defenderse esa noche, su bebé no habría muerto.
Nunca más iba a permitir ser esa mujer indefensa.
—Te vas a arrepentir de esto, estúpida.
Dijo entre dientes, pero no se atrevió a acercarse más. Se escucharon pasos que se acercaban. Thalassa bajó el cuchillo apenas unos segundos antes de que Luisa entrara a la cocina, con una enorme sonrisa.
—Hola