Esa misma noche, Kris estaba en El Mirador, un popular club nocturno al que él y sus amigos, Henry y Alden, solían ir para hablar mientras se tomaban algo. Henry y Alden acababan de regresar de un viaje de negocios y se encontraron con la noticia del divorcio de Kris y Thalassa.
—¿Así que por fin lograste que firmara los papeles del divorcio y la corriste? Qué bueno por ti, en serio.
Ese era Henry, un tipo rubio cenizo de casi treinta años que no tenía filtro alguno para decir las cosas y estaba con una y con otra sin ninguna intención de sentar cabeza.
Alden miró a Henry con desaprobación.
—¿En serio crees que decirle eso lo va a hacer sentir mejor? ¿No ves que se ve fatal?
Alden, también de casi treinta años, era alto, de pelo oscuro y fácilmente el más apuesto de los tres. Normalmente era la voz de la razón.
—Ay, por favor.
Henry puso los ojos en blanco.
—Lo va a superar pronto. Es mucho mejor que esa tipa por fin esté fuera de su vida. Para empezar, nunca debió juntarse con gente c