Mundo ficciónIniciar sesiónEl sol de la mañana iluminaba la gigantesca oficina ejecutiva. Mateo Johnson estaba sentado en su escritorio, sintiéndose aliviado, pero a la vez, extrañamente intranquilo. A pesar de que la crisis de relaciones públicas estaba bajo control, su mente seguía dándole vueltas al acuerdo con la familia de Camila Smith.
La puerta de su oficina se abrió y Sofía Lennox entró. Su traje era impecable, como siempre, pero había una calma fría en su rostro que Mateo nunca había visto. En sus manos, Sofía sostenía un sobre de papel grueso, el tipo que se usa para documentos importantes.
—Aquí está el informe final sobre la crisis —dijo Sofía, poniendo el sobre en la esquina del escritorio. Su voz era plana y profesional, sin el cariño habitual que él esperaba—. Y estos son unos documentos que preparé.
Mateo no levantó la mirada. Estaba acostumbrado a que Sofía manejara todo y simplemente asintió, pensando en otras cosas. Vio la hoja de arriba del sobre y leyó el título: "Carta de Dimisión".
La arrogancia y posesión de Mateo aparecieron de inmediato.
—¿Renunciar? —soltó, con una sonrisa de desprecio, como si fuera un chiste—. ¿A esto le llamas profesionalidad? ¿Estás haciendo un berrinche por lo de anoche, por las fotos? ¿O es por el aniversario de bodas que olvidé otra vez?
Sofía no se inmutó. Su falta de reacción lo molestó.
—Mira, Sofía —dijo, tomando la hoja de arriba. Con un gesto brusco, rompió la Carta de Dimisión por la mitad, sin molestarse en leer el resto del contenido—. Ya basta de dramas. No me importa lo que quieras. Termina de gestionar esto primero. No hagas un numerito. ¿Crees que tienes a dónde ir sin mí? No seas ridícula.
Mateo tiró los pedazos de papel a la basura, sintiendo que había solucionado ese "capricho" de forma sencilla. Estaba seguro de que su esposa siempre se quedaría; ella siempre había aguantado. No se dio cuenta de que, debajo de esa carta rota, acababa de destruir la decisión firme de divorcio de Sofía.
Sofía observó cómo caían los pedazos, pero no dijo nada. Su decisión era más fuerte que cualquier papel.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó ella, sin subir la voz, pero con una fuerza que lo sorprendió—. ¡No quiero seguir trabajando para ti ni para el Grupo Johnson!
Mateo se levantó de golpe, frustrado.
—¡Te dije que no! —Su voz era imperiosa, llena de control—. Eres la mejor. Eres indispensable. ¿Por qué estás actuando así?
Sofía lo miró fijamente. Había llegado el momento de decir en voz alta las cosas que había callado durante cinco años.
—Sabes perfectamente que la mujer en esas fotos, la que estaba anoche contigo, es Camila Smith —Mateo se tensó al oír ese nombre—. ¿Desde cuándo volviste a tener contacto con ella?
—No tengo porqué darte tantas explicaciones, Sofía —respondió él con frialdad, odiando tener que justificar su vida.
—¿Es que quieres revivir el viejo romance? —Sofía no se detuvo, golpeando la herida de su orgullo—. ¿Olvidaste que fuiste tú quien fue abandonado por ella cuando su padre te despreció por ser pobre? ¿Olvidaste lo mucho que te humilló esa familia?
La mención de su pasado, de la época en que fue pobre y rechazado, hizo que el rostro de Mateo se pusiera rojo de rabia. La frustración y la furia se mezclaron en su expresión. Levantó la mano, el instinto de abofetearla era claro, pero se detuvo. Había llegado demasiado lejos. El gesto violento se congeló en el aire, detenido por la mirada tranquila y desafiante de Sofía.
Sofía usó ese momento para dar el golpe final.
—Mateo —dijo, su voz tan calmada que era aterradora—, te estoy informando de mi dimisión. No estoy pidiendo tu permiso.
La frase lo dejó sin palabras. Él estaba acostumbrado a dar órdenes; ella, a seguirlas. Iba a replicar, pero Sofía se dio media vuelta y salió de la oficina sin una sola lágrima, dejando solo el eco de su decisión.
Mientras se dirigía al ascensor, Sofía repasó su plan. Su determinación no era un capricho. Había sido fría y calculadora. Por eso, al presentarle los documentos de la crisis antes, se había asegurado de que él firmara su nombre en varios papeles sin leerlos. Mateo, por su costumbre de depender de ella, nunca leía lo que firmaba si ella lo ponía en la carpeta de "urgente". Sofía sonrió por dentro, con una amargura helada. Entre esos documentos, había deslizado la autorización legal necesaria para iniciar el proceso de divorcio sin su consentimiento inmediato. Él acababa de autorizar el comienzo de su propio final.
El camino hacia la salida del edificio de Johnson Group se sintió como una caminata de cinco años. Cinco años de amor humilde y silencioso. Cinco años en los que se había convertido en una sombra, en un pilar para un hombre que solo la veía como una herramienta.
Se preguntó por qué había tardado tanto en despertar.
Sofía recordó su pasado: a los tres años, la abuela, la única persona amable con ella, la llevó con sus padres adoptivos. Ellos la adoptaron solo por dinero, buscando la herencia de la abuela. Dos años después, cuando Sofía tenía cinco años, nació Camila. A partir de ahí, Sofía fue rechazada y maltratada constantemente por sus padres y su hermana, viviendo siempre con miedo. Pensó que casándose con Mateo escaparía, creyendo que él la protegería. Pero le tomó cinco años ver la verdad: solo había cambiado un infierno por otro, donde ella era una herramienta útil, no una mujer amada.
Al salir a la calle, el ruido de la ciudad la golpeó. Se sintió desorientada, pero libre. Estaba a punto de planear su siguiente movimiento cuando su teléfono sonó con un número familiar. Era el nombre de su Madre Adoptiva.
Sofía suspiró, sintiendo el peso de su pasado. Su madre no perdió el tiempo.
—Sofía. La abuela necesita más dinero para la residencia de ancianos. Sabes que tú eres la que tiene que pagar. Te quiero de vuelta en casa mañana mismo, a primera hora. No intentes esconderte.







