En ese momento, mi corazón se rompió por completo y decidí poner fin a esa relación llena de mentiras.
—Lucy, tu vínculo de apareamiento con Ethan será disuelto. En la base de datos del registro lobuno, toda tu información será borrada. Él ya no podrá encontrarte jamás. ¿Estás segura de proceder?
Me arrodillé con devoción frente a la estatua de la Diosa de la Luna:
—Sí, estoy segura.
—Entiendo.
Un destello de luz sagrada apareció, y una poción surgió ante mí.
—Bébela. En tres días, tu matrimonio con Alfa Ethan se disolverá automáticamente, y no quedará ningún registro tuyo en la manada.
Sin dudarlo, levanté la cabeza y me la bebí de un trago.
Al salir del templo, ya había comprado un boleto hacia las manadas del norte.
Detuve un taxi en la calle, pero en la radio sonaba una noticia:
—¡El Alfa Ethan de la Manada Estelar ha comprado un collar de diamantes azules de cincuenta millones para su Luna!
La locutora preguntó con emoción:
—¿Por qué eligió este collar?
Ethan sonrió levemente y respondió:
—Porque a ella le gusta el azul.
Hasta el taxista que iba adelante no pudo evitar exclamar:
—¡Cuánto la ama Ethan a su Luna!
—Dicen que incluso compró una isla y le puso el nombre de ella.
—¿Qué loba tendría tanta suerte para estar con él?
—¡Cuentan que crecieron juntos, que llevan más de diez años a su lado! ¡Qué destino tan envidiable!
Permanecí en silencio, bajé la cabeza y sonreí con amargura. Mi color favorito era el púrpura, no el azul. Yo también creí que estar con él era la mayor felicidad de mi vida, que nuestro amor siempre sería puro.
Pero la realidad me demostró lo equivocada que estaba.
Ethan y yo sí crecimos juntos.
En aquel entonces éramos jóvenes. Yo dos años menor, para mí él era como un hermano mayor confiable.
Siempre fue bueno conmigo, me protegía como a una hermana pequeña. Jamás imaginé que pudiera tratarse de amor.
No fue hasta casi la adultez que Ethan me buscó y me dijo con seriedad:
—Lucy, ya no quiero ser tu hermano.
—Me gustas. Quiero que seas mi Luna.
—¿Me das una oportunida? Te juro que te amaré y protegeré por siempre.
Fue entonces cuando noté que, sin darme cuenta, Ethan ya no era aquel chico joven.
Se había convertido en un Alfa guapo y fuerte, con músculos firmes y un rostro que cautivaba a cualquier loba. Yo tampoco pude evitar sentirme atraída por él.
Su sentimiento por mí también contó con la aprobación de la Diosa de la Luna.
El día en que formalizamos nuestro vínculo de apareamiento, invitó a casi toda la manada importante para atestiguar nuestro amor.
Frente a la estatua de la Diosa de la Luna, con manos temblorosas, colocó el anillo en mi dedo y anunció entre lágrimas:
—¡Que la Diosa de la Luna y nuestra manada sean testigos! Yo, Ethan, a partir de hoy formo vínculo de apareamiento con Lucy.
—¡La amaré y protegeré por siempre! ¡Si rompo mi juramento, que sufra todo el dolor del mundo!
Todos aplaudieron calurosamente y celebraron nuestro amor.
Incluso después de estar juntos, Ethan me consentía. No solo me llenaba de regalos, sino que nunca me dejó hacer las tareas del hogar.
Todos decían que Ethan era el compañero perfecto. ¡Llegamos a ser el modelo de pareja lobuna!
Hasta que un día, una foto llegó a mi correo electrónico.