*—Uriel:
Su cuerpo estaba hecho polvo… y de la mejor forma posible.
Una sonrisa se dibujó en sus labios mientras contemplaba al gran hombre que ocupaba su cama. Al fin lo había tenido. Al fin Danny era suyo. Y había sido la mejor experiencia de su vida. Nada se comparaba. Nunca. Uriel se sentía lleno, satisfecho, adolorido y encendido al mismo tiempo. Su ano aún palpitaba de placer, sensible y abierto, húmedo y marcado por cada embestida que lo había hecho ver estrellas.
Definitivamente había nacido para ser tomado por ese hombre.
La mirada de Uriel recorrió el cuerpo de su amado: estaba cubierto de mordidas, besos y arañazos. Los labios de Danny hinchados, su pecho perlado de sudor, y entre las piernas la sábana apenas lograba ocultar su hinchada erección, todavía dura, todavía goteando. Esa visión hizo que su propio miembro reaccionara. No estaban saciados, ninguno de los dos.
Uriel suspiró profundamente, con ternura. Nunca imaginó volver a tener a Danny, y menos así, enredad