*—Danny:
Había pasado una semana desde que Nathaniel comenzó a vivir con él, y Danny todavía no podía creer lo bien que estaba yendo su vida. Meses atrás, se encontraba en el fondo del océano, ahogándose en sus propias decisiones, sin aire, sin rumbo, creyendo que no había escapatoria posible, pero ahora… ahora estaba sobre tierra firme. Tenía un trabajo estable, un techo seguro, sus problemas parecían, por fin, empezar a resolverse. Su hijo estaba a su lado. Y Uriel, el hombre que había creído perdido para siempre, era nuevamente parte de su vida.
Danny se sentía como un barco que había sobrevivido a la tormenta, viento en popa, navegando por fin hacia aguas tranquilas.
—¡Hey! ¡Tierra a Daniel Graves! —exclamó una voz joven y ligeramente burlona.
Danny parpadeó, saliendo de sus pensamientos, y miró hacia su hijo, que lo observaba con una ceja alzada y una sonrisa divertida.
—¿Estás bateando pensamientos o solo soñando despierto? —añadió Nathaniel, balanceando el bate como si también